Por: Sofía Alonso
Es sabido que el conflicto entre Hamas e Israel, desde hace ocho meses convertido en guerra, tiene una nula o muy compleja solución si hablamos de algo que no involucre la destrucción de uno u otro. Y si ampliamos la mirada y vemos los apoyos internacionales de ambos actores, encontramos la posibilidad de que esta guerra se amplíe, alejando todavía más de las manos de los líderes esa solución indescifrable al conflicto. Así, entre los nuevos avances de Israel sobre Rafah, la dureza de negociación de Hamas, los ataques renovados de Hezbollah y la presión internacional, civil y política, Estados Unidos se muestra desesperado por encontrar esa mágica solución. Biden, junto a Egipto y Qatar, continúan en esa búsqueda, refinando y puliendo el plan de tres fases para dar fin a la masacre y la violencia.
¿Cuál es el principal problema? Que ninguno de los dos bandos tiene como objetivo principal terminar con las muertes. Este parece ser más el interés de la comunidad internacional y de las marchas públicas que se multiplican por el mundo, muchas bajo el mensaje “Palestina libre desde el río hasta el mar”. No, en nada de esto piensan Hamas o Israel.
Dentro de la negociación del plan, lo que parece pesar más para Israel es la liberación de los 120 rehenes restantes y de los cuerpos de los fallecidos. Pero, mientras Biden anunciaba que el plan estaba siendo aceptado por ambas partes, Israel bombardeaba Rafah, donde afirma que están los cuatro batallones del último bastión militar de Hamas. Su objetivo principal es destruir a Hamas por completo, dejándolo sin capacidades militares o políticas, sacándole el gobierno sobre Gaza. Así, Gaza dejaría de ser una amenaza para el país, al menos militarmente. Israel no parece dispuesto a conceder el fin de la guerra por los rehenes, donde el ataque del siete de octubre le ha dado el pie para conseguir este objetivo principal.
Por supuesto que todo se da en un contexto donde Netanyahu tiene dos frentes políticos que batallar: la ciudadanía, que pide la recuperación de rehenes como prioridad máxima, llamando a la moderación y negociación, y los políticos ultraderechistas, que proclaman la intensificación de la guerra. Sobre esto, el primer ministro venía balanceándose, mientras su opositor, Benny Gantz, amenazaba su equilibrio anticipando su renuncia al Gabinete (lo que quebraría la unión). Sin embargo, con el rescate de los cuatro rehenes de este sábado, Netanyahu logró evitar esa renuncia y mostrar una victoria, una justificación a todas las operaciones militares que tanto se le han cuestionado.
Sabiendo el objetivo de Israel, ¿cuál es el de Hamas? Dejando aparte sus objetivos superiores de liberar Palestina, dentro de las negociaciones lo que prioriza es la finalización de la guerra. El grupo ya no posee la capacidad de realizar un ataque como el de octubre, y para EE. UU. esto es la señal de que la guerra, fácticamente, ya ha terminado. Israel sigue avanzando para destruirlo por completo,y mientras esos cuatro batallones sigan activos, no acabarán. Hamas busca que esto no suceda y no firmará ningún plan que no explicite el alto al fuego permanente.
¿Cuál es el plan actual? Consiste en tres fases: la primera constituye una retirada de Israel de las zonas pobladas de Gaza por seis semanas, asegurando el libre movimiento y el ingreso de ayuda humanitaria, y la liberación paulatina de rehenes israelíes y prisioneros palestinos. En la segunda fase se hará el canje de todos los restantes rehenes, incluidos los soldados masculinos, mientras se promulgan los principios que lleven a un cese al fuego definitivo. ¿Qué significa esto? Pues para Hamas, significa que no hay una garantía firme de que la guerra terminará. No es una negociación concluida, todo depende de cómo se desarrolle la primera fase, y si algo llega a estallar, nada asegura que el plan continuará. Solo para nombrarlo, la tercera fase es la liberación de los cuerpos de los rehenes fallecidos y un plan de reconstrucción de Gaza de cinco años. Pero como dijimos, para esa etapa deben darse muchísimas condiciones previas.
Entretanto, junto a los 1200 muertos del siete de octubre y los aproximadamente 43 rehenes fallecidos, se suman los 36.284 muertos en Gaza declarados por el Ministerio de Salud palestino. A ese número habrá que sumar los muertos en Rafah, de donde ya han huido un millón de los 1,4 millones de refugiados que se encontraban ahí. Los ciudadanos palestinos siguen siendo desplazados de un lugar a otro, sin un criterio real, solo intentando salvar sus vidas y la de sus familias. La Casa Blanca ha declarado que estos ataques en Rafah no constituyen una línea roja que haga cambiar la política estadounidense en cuanto a su ayuda hacia Israel. Una declaración que se da dentro de las críticas que recibe el país por dicha ayuda y por este plan de soluciones mágicas que no parece conciliar intereses que son realmente irreconciliables.
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