Muchas veces en la vida de los Estados, la experiencia histórica funciona como una especie de aleccionador para ellos y, a su vez, como un insumo para la toma de decisiones futuras. Claro está el hecho de que son los propios Estados los que deciden si tomar o no las lecciones que el pasado histórico les ha impartido.
Dentro de este selecto grupo de Estados que decidieron adoptar las enseñanzas de su historia, se encuentra un país de Europa del Este que no desea volver a tropezar con la misma piedra dos veces y está determinado a aprender de las lecciones. Comencemos entonces a hablar sobre Polonia.
En el imaginario popular no se encuentra acentuada la idea de Polonia como, justamente, una potencia militar relevante. Y gran parte de ello es debido a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, donde rápidamente la Alemania Nazi, en un extremo, y la Unión Soviética del otro, aplastaron la soberanía nacional polaca. Esto lejos está de ser una crítica al accionar y la bravura del ejército polaco de ese entonces, porque poco se podía hacer ante un ataque en pinzas contra fuerzas indiscutiblemente superiores. Simplemente hacer notar que el anterior comentario, sumado a los años donde Polonia fue un Estado satélite de la URSS, han cimentado el surgimiento de dos corrientes opuestas pero convergentes a la vez. Por un lado, los que ponen énfasis en la debilidad integral de Polonia teniendo en cuenta el factor histórico y geográfico. Y por el otro, aquellos que, tomando en cuenta la noción anterior, lo ven como una oportunidad para neutralizar los puntos débiles y potenciar al país.
De esta forma, el primer ministro polaco, Donald Tusk, comenzó a esbozar desde que asumió en 2023 una hoja de ruta para llevar a Polonia a ser la potencia militar más fuerte de toda Europa en pleno 2024. Para seguir con el análisis, voy a dejar de lado cuestiones de la política interna polaca, sin antes mencionar el hecho de que, muchas veces, la presencia de una amenaza externa más grande funciona como un elemento cohesionador predilecto para lograr la unidad interna de un Estado, siendo Polonia ejemplo de ello.
Para empezar con el análisis del gran rearme polaco, debemos tener en cuenta, antes que nada, la geografía del país. Y aquí reside el primer gran problema, porque Polonia se encuentra totalmente desprotegida en sus fronteras centro-norte, tanto con Bielorrusia como con Kaliningrado. No hay formaciones montañosas y serranas que sirvan como barrera natural, la única se encuentra al sur y comparte frontera con Ucrania. Sin montañas, ni cerros, ni mucho menos ríos caudalosos, sólo llanura es la que separa a Polonia de sus rivales. Y una llanura, más que un impedimento, parece la vía perfecta para un ataque terrestre.
Además de la amenaza rusa por ahora contenida en Ucrania, Polonia desconfía del resto de sus fronteras. Por un lado, Bielorrusia, cuyo régimen leal a Putin puede ser una de las puertas de entrada a un ataque ruso en suelo polaco. Pero aún más amenazante es Kaliningrado, al norte. Una porción de territorio ruso separada del resto del país sumamente importante por su ubicación estratégica, ya que posee un puerto naval libre de hielo durante todo el año. Si a esto le agregamos la fuerte militarización existente, Kaliningrado se transforma entonces en una zona a vigilar permanentemente por Polonia.
Partiendo de esta realidad geográfica, Polonia ha decidido convertir su punto débil, en su mayor fortaleza. A través de una cuantiosa inversión en diferentes sistemas de armas, las Fuerzas Armadas de Polonia son las más fuertes de Europa y la tercera potencia militar de la OTAN, solo por detrás de Estados Unidos y Turquía. El número de efectivos polacos superan los 200.000, con el objetivo de llegar a 2025 con 300.000 soldados en sus filas. Además de los soldados, la fuerza terrestre polaca se completa con una enorme cantidad de obuses autopropulsados, tanques y sistemas de defensa modernos como los Patriot. Su Fuerza Aérea no se queda atrás, llevando adelante la modernización de sus aviones cazas F-16 e invirtiendo en la compra de nuevos aviones F-35, destinando 4.600 millones de dólares. Por supuesto que Polonia además se vincula con otras naciones para seguir ampliando su proceso de rearme, donde uno de estos países es Corea del Sur. Así, logró firmar un acuerdo de compra de 180 tanques K2, demostrando la versatilidad del país europeo a la hora de equipar a sus fuerzas armadas.
A modo de cierre, podemos decir que Polonia ha llegado a este punto por una necesidad vital que trasciende lo inmediato que acontece en la guerra ruso-ucraniana. Polonia, motivada por el deseo de supervivencia, quiere dejar de depender de la bondad de otros Estados o de la misma OTAN, para que sea ella la responsable de su propia integridad territorial. La primera que debe preocuparse por Polonia, es ella misma.
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