Por: Candelaria Arrúa
La relación entre China y Rusia ha estado históricamente marcada por una profunda desconfianza y rivalidad. Sin embargo, desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2012, se ha cultivado una relación tanto política como personal. En un mundo donde la geopolítica es cada vez más volátil, la alianza no declarada entre Xi Jinping y Vladimir Putin no deja ningún frente sin tratar y Occidente se inquieta. En paralelo al transcurso de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Relaciones estratégicas y militares
En mayo de 2024, durante una cumbre en Beijing, ambos líderes reafirmaron su compromiso de mantener y fortalecer su cooperación estratégica en búsqueda de beneficios mutuos y destacando que dicha alianza no está dirigida a ningún tercer país. Sin embargo, estos límites son difusos, ya que Rusia expresó su gratitud por los “enfoques otorgados de China ante la crisis ucraniana” y criticó tanto a las Naciones Unidas como al G7 por su fuerte politización.
Ambos líderes trabajan en conjunto para asegurar la estabilidad en la región Asia-Pacífico, participando en ejercicios militares conjuntos, la venta de tecnología militar avanzada y la colaboración en el desarrollo de misiles. Su cooperación está altamente regulada, compartiendo inteligencia y evaluaciones de amenazas, además de coordinar sus posiciones y narrativas políticas en foros internacionales. Queda claro que la unión de las dos potencias, con su considerable capacidad militar, prende las alarmas en Occidente y temen por la disputa del poder.
Cooperación económica
En el ámbito comercial, en 2023, las importaciones chinas del petróleo crudo ruso aumentaron significativamente, consolidando a Rusia como el mayor proveedor de petróleo de China. Además, el suministro de gas natural ruso creció un 62% en comparación con 2022, en un contexto donde Europa ha impuesto fuertes sanciones económicas a Vladimir Putin por la guerra en Ucrania.
Sin embargo, las fricciones ya comenzaron a surgir y, a principios de 2024, Xi Jinping restableció los aranceles de importación sobre el carbón ruso, una medida que podría afectar la competitividad de los exportadores rusos. Además, las esperanzas de Putin de avanzar con el proyecto del gasoducto Power of Siberia II también se han visto frustradas por la limitada demanda china y sus avances tecnológicos en energías verdes. Probablemente, solo se construya si Xi Jinping prioriza seguir por razones no comerciales.
¿Qué depara el futuro?
Esta alianza no declarada es una de las más importantes e influyentes de la última década en la geopolítica mundial. Por un lado, China posee un fuerte alcance comercial a nivel global, mediante el desarrollo de la Ruta de la Seda. Por otro lado, Rusia cuenta con un poderoso arsenal militar y lidera una guerra que genera vastas preocupaciones en Europa y Estados Unidos. Ambos líderes son figuras fuertes cuya cooperación está destinada a modificar la geopolítica global. Sin embargo, la ambición de poder no acepta rivalidades y la desconfianza mutua persiste. ¿Podrá la alianza no declarada entre Putin y Xi Jinping perdurar en el tiempo? ¿O los intereses individuales los llevarán por caminos distintos? ¿Cómo responderá Occidente ante este creciente poder?
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