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CIVILIZACIÓN O BARBARIE: ¿EL ROL DE LAS INSTITUCIONES EN RIESGO?

Foto del escritor: Nicolas LombarderoNicolas Lombardero

Por Nicolás Lombardero


El término barbarie fue utilizado a lo largo de toda la historia para definir a civilizaciones extranjeras consideradas atrasadas, salvajes y violentas, es decir, civilizaciones con ausencia de la civilidad. Los griegos consideraban bárbaros a todos aquellos que no hablasen griego; cuando el pueblo heleno se convirtió en una provincia romana, este mismo fue considerado bárbaro y, paradójicamente, fueron bárbaros aquellos que, entre otras cosas, ocasionaron la caída del gran imperio romano de occidente en los siglos IV y V. 


Mientras la cámara de senadores de la República Argentina deliberaba sobre la “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” el miércoles 12 de junio, situaciones de extremada violencia sacudieron las calles porteñas a las inmediaciones del congreso nacional, involucrando a trabajadores, piqueteros y a las fuerzas de seguridad.


La libertad de expresión es un derecho humano y es totalmente legítimo manifestarse en contra de aquello que creemos inconveniente y perjudicial, en este caso, para el país. Sin embargo, por el hecho de que manifestarse sea considerado una forma de expresión y un derecho, cabe preguntarse ¿hasta qué punto es legítima una manifestación que no sólo impide el derecho de las personas a circular libremente por los espacios públicos, sino que también inflige daños sobre este? ¿Es éticamente correcto destrozar aquello que es de todos por el simple hecho de que algo o alguien está en “contra de la democracia”? ¿Está mal que las fuerzas de seguridad, a través de la represión, intenten evitar que todo lo anterior suceda?


Es menester aclarar que lo único que se estaba haciendo dentro del recinto legislativo era reafirmar las bases del republicanismo, defendiendo la democracia y respetando la voluntad de las mayorías, las cuales se han expresado libremente en las elecciones presidenciales. No podemos estar en contra de que el Congreso, cualesquiera sean sus cámaras, delibere y vote positiva o negativamente una ley que presentó el ejecutivo: así funciona el republicanismo y es este el que defiende los límites del poder político. 


¿Podemos manifestarnos en contra de lo que se vota en el Congreso? Sí. ¿Manifestarse contra esto significa estar contra la democracia? No. ¿Cuándo esta manifestación no debe ser permitida? En el momento en el que se torna violenta. ¿Cuáles son los medios para no permitir esta manifestación? Inicialmente la represión fue sin violencia, pero pese a ello, el Estado, que tiene el monopolio de la fuerza, puede, ante la violencia por parte de los manifestantes, utilizar la violencia para evitar mayores males. Considero que estar en contra de esto significa estar en contra del Estado de derecho. 


No podemos permitir como civilización que la barbarie de algunos destruya lo que es de todos. Si bien hay muchas discusiones al respecto y merece ser un tema debatido en circunstancias más amplias, los derechos de uno terminan cuando comienzan los derechos del otro. Es respetable el hecho de que alguien esté en contra de algo y se manifieste por ello, pero no lo es el hecho de que corten una calle prohibiendo la libre circulación de los ciudadanos. Es legítimo que los manifestantes ejerzan su derecho en una plaza: no es legítimo que la destrocen. 


Lo que ocurrió aquel día representa la decadencia de la sociedad argentina en su puja máxima. Demuestra que, por más que defendamos en palabras la democracia y la separación de poderes, una facción de la sociedad ha demostrado que cuando no gobiernan quienes son de su agrado, es capaz de hacer todo lo posible para evitar que se ejerza correctamente el republicanismo y la separación de poderes. 


No creo correcto que el camino sea la violencia, pero avalo que esta sea utilizada para reprimir a aquellos que van contra nuestras instituciones cuando estás sólo están ejerciendo su deber. Como sociedad tenemos que construir una ciudadanía tolerante a los cambios, que respete lo que tanto se dice defender y que favorezca a que las instituciones funcionen lo mejor posible, incluso cuando esto amerite circunstancias que vayan en contra nuestra ideología, como la aprobación de una ley.

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