Por: Santiago López Micossi
El Colegio Electoral de Estados Unidos, fue diseñado en 1787 durante la Convención Constitucional como parte de un compromiso de igualdad entre los estados grandes y chicos y también para contrarrestar el temor a que una democracia directa llevara al gobierno hacia el caos o a la tiranía de la mayoría. Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores, explicó en “El Federalista n° 68” que el sistema debía garantizar que un grupo de personas informadas tomara la decisión final sobre la elección del presidente. En la práctica moderna, sin embargo, este sistema ha demostrado tener consecuencias que erosionan la igualdad de los votos entre los ciudadanos. Los estados péndulo (conocidos popularmente como swing states) se han convertido en los lugares donde los candidatos realmente enfocan sus campañas, dejando en segundo plano a los estados con tendencias políticas predecibles. Este hecho distorsiona la idea de que todos los votos cuenten de manera igualitaria.
Uno de los principales problemas del Colegio Electoral es la desproporción en la representación de los votantes. Cada estado tiene un número de votos electorales que equivale a su representación en el Congreso (la suma de sus representantes y senadores). Por ejemplo, el estado de Wyoming tiene un solo representante y 2 senadores, lo que da un total de 3 electores. A su vez, el estado de California, tiene 53 representantes y 2 senadores, para un total de 55 electores. Esto implica que los estados más pequeños tienen una mayor representación per cápita que los estados más grandes: siguiendo el ejemplo anterior, un votante en Wyoming tiene mucho más peso electoral que un votante en California debido a la población significativamente menor del primero. Un estudio del Pew Research Center mostró que, en la elección de 2016, cada voto electoral en Wyoming representaba alrededor de 193.000 personas, mientras que en California, cada voto electoral representaba a más de 700.000 personas, creando una inequidad donde algunos ciudadanos tienen una influencia desproporcionada en la elección del presidente en comparación de otros.
Una de las críticas más comunes al Colegio Electoral es que permite que un candidato gane la presidencia sin obtener la mayoría del voto popular. Esta situación ha ocurrido cinco veces en la historia de Estados Unidos. En el 2000, George Bush (hijo) ganó la presidencia a pesar de recibir menos votos populares que Al Gore, debido a una victoria en el Colegio Electoral muy disputada y decidida por un estrecho margen en Florida. La elección de 2016, trajo otro ejemplo destacado cuando Donald Trump se convirtió en presidente a pesar de que Hillary Clinton ganó el voto popular por casi tres millones de votos. Estos ejemplos, refuerzan el argumento de los críticos que cuestionan la legitimidad del sistema y su capacidad para reflejar la voluntad de la mayoría. El Colegio Electoral también afecta a la participación de los votantes al crear una sensación de inutilidad del voto en muchos estados. Los ciudadanos en estados considerados “seguros” para uno u otro partido pueden sentirse desmotivados a votar, ya que la distribución de votos electorales en su estado es predecible. Esto se traduce en tasas de participación más bajas en comparación con los estados péndulo, donde la competencia es más intensa y cada voto parece tener más valor.
Diversas propuestas han surgido para reformar el Colegio Electoral. Una de las ideas más discutidas es el Pacto Interestatal del Voto Popular Nacional, un acuerdo entre estados que se comprometen a otorgar todos sus votos electorales al candidato que gane el voto popular a nivel nacional. Si bien este pacto ha ganado cierto impulso, con 15 estados y Washington D.C. ya comprometidos, aún no ha alcanzado los 270 votos electorales necesarios para entrar en vigor. Otros proponen un sistema proporcional, donde los votos electorales de cada estado se distribuyan de acuerdo con el porcentaje de votos que reciba cada candidato. Aunque esta idea asoma como la más adecuada para mejorar la representación, todavía presenta complejidad en cuanto a su implementación.
El Colegio Electoral fue creado con la intención de salvaguardar los principios democráticos y proteger los intereses de los estados más chicos. No obstante, en la actualidad, este sistema está lejos de cumplir con los ideales de equidad y representación. La desproporción del peso del voto entre los estados, la posibilidad de que un candidato gane sin obtener la mayoría del voto popular, y la falta de incentivos para participar en estados seguros son sólo algunos de los problemas que evidencian la necesidad de una reforma.
El debate sobre cómo modernizar el proceso electoral en Estados Unidos es esencial para fortalecer la democracia y garantizar que todos los ciudadanos tengan una voz equitativa en la elección de sus líderes. Mientras el Colegio Electoral siga vigente sin modificaciones, la inequidad y las distorsiones democráticas continuarán siendo un obstáculo para la representación genuina del pueblo estadounidense.
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