El 20 de noviembre de 1845 ocurrió uno de los eventos más trascendentales de la historia de nuestro país. Fue en ese día, cuando las fuerzas de la Confederación se enfrentaron en un combate bélico contra las dos potencias económicas y militares del momento, Francia e Inglaterra, en el marco de lo que luego se denominó la Guerra del Paraná.
Ahora bien, ¿Cómo llegamos a una guerra con los dos países más desarrollados del mundo cuando todavía no habíamos logrado la organización nacional? Para responder esto, es necesario remontarse solo algunas décadas atrás, cuando luego de la Revolución de Mayo en 1810 y especialmente luego de la Independencia de España en 1816, se establecieron acuerdos de libre comercio con el Imperio Británico. Esto favorecía notoriamente la industria británica que traía los productos ya manufacturados y lograba establecer nuevos mercados en pos de continuar con la política mercantilista, predominante en esa época.
Sin embargo, esta política librecambista se va a terminar bajo el segundo mandato de Juan Manuel de Rosas, el Brigadier General de la Confederación Argentina. El 18 de diciembre de 1835, Rosas sancionó la famosa Ley de Aduanas; con un claro giro hacia el proteccionismo económico. Esta ley consistió en establecer aranceles altos a productos importados del extranjero para favorecer el crecimiento de una Industria nacional que hasta el momento era casi inexistente. La ley fue recibida con alborozo y regocijo en todo el interior manufacturero, Córdoba, Cuyo, Catamarca, Tucumán y Salta comenzaron a mejorar la producción de los productos que hasta el momento se importaban principalmente desde Inglaterra. A su vez, la ley establecía que el único puerto habilitado para el comercio sería el de Buenos Aires, medida que, en conjunto con las tarifas recién mencionadas, trajo las quejas de las provincias del litoral, que fueron las más desfavorecidas por la nueva política proteccionista.
Francia, por su parte, se recuperaba de la caída de Napoleón Bonaparte por lo que no pudo arreglar los mismos amistosos términos comerciales que los Ingleses, pero en 1845 la coyuntura del país galo era distinta y buscaban ampliar los mercados observando el resultado que le duo Inglaterra años atrás. Además, en el Río de la Plata se vivían momentos tensos; hace años que la Guerra Grande en Uruguay generaba discordia y el enfrentamiento entre los dos países más prominentes de la región, Argentina y Brasil, que anteriormente habían tenido una guerra por el territorio uruguayo y que, casualmente o no, tuvo como mediador a Inglaterra. Es este contexto, el que utilizan como excusa los ingleses, en conjunto con los franceses; que insistían con la idea del libre comercio, para llegar al Río de la Plata con noventa buques comerciales y veintidós buques de guerra, conformando toda una intimidante armada anglo-francesa.
Las fuerzas de la confederación estaban esparcidas en los distintos conflictos que acechaban a la región, por lo que cuando la flota anglo-francesa se predispone a cruzar las aguas del Paraná la resistencia era casi imposible. Si bien no quiero entrar en detalles del conflicto bélico en sí, ni en las distintas batallas que lo conformaron, si me quiero detener en la batalla que enmarca el sentido de este artículo, la batalla de la Vuelta de Obligado. El gobernador de Entre Ríos, Lucio Norberto Mansilla, leal a Rosas, organizó la defensa de la soberanía nacional. Por ello, estableció un bloqueo en una localidad cerca de San Pedro, en donde el Paraná es más estrecho. El bloqueo consistía en tres filas de cadenas y grupos de infantería con cañones ubicados estratégicamente al margen del río para generar el mayor daño posible a los invasores cuando quisieran romper el bloqueo. Si bien la batalla fue un éxito, las fuerzas de la Confederación perdieron, y los europeos lograron atravesar el Paraná. La batalla fue un éxito, debido a que las bajas producidas en la flota anglo-francesa no justificaban el rédito que les daba el comercio logrado luego de la batalla. Es así que hoy en día, se considera como una victoria pírrica para la Confederación, puesto que firmó los tratados de paz con Inglaterra y Francia en 1849 y 1850 respectivamente.
Esta epopeya, no fue sólo rescatada por el revisionismo histórico, sino por el mismo José de San Martín, que en una carta enviada a Rosas en 1846 aseguró: “Esta contienda en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España.” Incluso en una carta enviada a Tomás Guido ese mismo año calificó a la batalla de Obligado como una segunda guerra de la Independencia. No obstante, por parte de los políticos actuales este hecho recién fue reconocido en 1974, bajo el gobierno de María Estela Martínez de Perón, que declaró el 20 de noviembre de cada año como el Día de la Soberanía Nacional.
En mi opinión, es fundamental reconocer y reflexionar acerca de este tipo de acontecimientos que forjaron el espíritu nacional y la defensa de la Patria, ya que sin estos valores, la obra de nuestros próceres habría sido en vano.
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