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CONTRA LA HIPÉRBOLE DEL ESTOICISMO

Foto del escritor: Pedro ValePedro Vale

Por: Pedro Vale


En el último tiempo, la corriente filosófica grecolatina del estoicismo ha cobrado una inusitada popularidad en ciertos círculos y entornos virtuales, experimentando un renacimiento notable, especialmente con la profundización de la era digital y la complejización del paradigma posmoderno. No obstante, este resurgimiento ha aparejado una hipérbole de algunos aspectos del corpus filosófico estoico, siendo interpretado con un sesgo determinista, que busca realzar la voluntad individual como medio de éxito personal,  medido en términos de productividad sistémica. Subraya, a su vez, una supuesta “rebelión” hacia la incapacidad de control que tenemos sobre el inexorable destino, así como del conjunto que hace a nuestras circunstancias subjetivas; pero que, sin embargo, opacan o redireccionan arbitrariamente su significado originario, brindándonos un relato simplificado y pre-digerido; aunque, sin dudas con “mejores” efectos prácticos ante las necesidades de la vida posmoderna. Esta revalorización, muchas veces superficial o descontextualizada, refleja las tensiones existentes entre los ideales filosóficos clásicos y su reinterpretación a la luz de las demandas del mundo contemporáneo.


Originalmente nacido durante el período helenístico (323 a.C - 30 a.C) como una filosofía salvífica atravesada por necesidades epocales, derivadas de los fuertes cambios vividos en la antigüedad: desde el imperio cosmopolita de Alejandro, a los reinos helenísticos surgidos del afán de sus diádocos y la posterior conformación del Imperio Romano; como también de las consecuentes crisis existenciales, antropológicas y culturales que aparejaron al estoicismo. Tal como lo enseñaron figuras como Zenón de Citio, Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, éste se centraba en la importancia de tres valores centrales: la virtud –entendida como la adecuación de la acción a la razón–, la razón –que permite inteligir el camino recto de la ley natural– y la autodisciplina –el camino de acción diaria a recorrer para lograr la virtud–. Como plantea Quiróz Pizarro (2013), el contexto político y sociocultural fue tierra fértil para la ganancia de adeptos por parte de la filosofía, y el estoicismo no quedó exento: pasó a ser una escuela de pensamiento y de vida que pudo atraer a personajes tan dispares como pueden serlo un emperador (Marco Aurelio), un intelectual (Séneca) y un esclavo liberado (Epicteto). Su propósito era lograr la ataraxia, o paz interior, al cultivar una imperturbabilidad emocional frente a todo elemento externo que no depende de nuestro control. Los estoicos se enfocaron en la aceptación de lo inevitable y en la mejora del carácter cívico mediante el control de nuestras reacciones ante el mundo, ya que creían en que eso nos llevaría a la eudaimonía o felicidad.


En la hipérbole posmoderna, el estoicismo ha sido apropiado de manera que enfatiza aspectos como la autocontención y el control emocional. Estas cualidades, a menudo vinculadas con el "éxito personal" o con la "resiliencia individual", se integran en un contexto que pone mucho énfasis en la productividad y la autoayuda. Esto se observa, por ejemplo, en cierto apogeo de la hustle culture o cultura del trabajo intenso, la cual enarbola el principio de autodisciplina estoico como un valor absoluto, llevando muchas veces a una interpretación en extremo determinista de los sentimientos y los resultados, colocando al estoicismo como una suerte de receta para el éxito empresarial o la vida personal.


Por otro lado, estas revisiones del estoicismo han dado lugar a una reinterpretación del dolor y el sufrimiento, cayendo en un nihilismo radical que lleva a una actitud de aceptación pasiva e invariable de las circunstancias adversas de la vida. En contraposición, los estoicos clásicos subrayaban la acción virtuosa frente a las adversidades, haciendo que estas no se vuelvan un fin en sí mismo, sino un medio para el desarrollo de la virtud, aprendiendo y creciendo como personas en el proceso. La invulnerabilidad emocional constante que estas nuevas interpretaciones reivindican, se relaciona también con el culto a la resiliencia que se ha hecho en las últimas décadas, un concepto por demás repetido, que apunta a la superación de dificultades a cualquier costo, dejando un margen muy estrecho para la vulnerabilidad emocional. Aunque la instalación de conceptos como este puedan tender a consecuencias prácticas en el comportamiento de muchas personas, y puedan servir como motivaciones iniciales, lo cierto es que se vuelve una gran distorsión del concepto estoico de apatheia, entendida como la ausencia de pasiones irracionales. Este concepto, lejos de significar la eliminación total de las emociones o el desapego total, se refiere a la capacidad de no ser gobernado por ellas, especialmente por aquellas que son destructivas, como el miedo, la ira y la envidia. 


Finalmente, la utilización exacerbada del estoicismo también se ve reflejada en la inauguración de pseudo-filosofías mercantilizadas que muchos programas de bienestar y aplicaciones de productividad venden. Estos adoptan principios estoicos como la gratitud, la reflexión diaria, o la aceptación y los venden como soluciones rápidas a problemas contemporáneos. Este enfoque simplificado y superficial corre el riesgo de despojar a la filosofía estoica de su profundidad y de su compromiso con una vida plena y reflexiva. Paradójicamente, la búsqueda original de una vida sencilla y virtuosa, ha sido absorbida en la posmodernidad por una marcada cultura del consumo y la hiperproductividad.


En conclusión, el problema con esta hipérbole posmoderna del estoicismo es que, al reducir la filosofía a fórmulas de éxito o estrategias para la vida personal, se pierden sus elementos éticos y políticos más profundos. El estoicismo no sólo habla de la autodisciplina individual, sino también de la responsabilidad colectiva y la comprensión del mundo como un todo interconectado. Además, las implicaciones sociales de la filosofía estoica, como el reconocimiento de las injusticias y el trato hacia los demás, a menudo son ignoradas o minimizadas en las versiones comerciales y diluidas de esta filosofía. Aunque el resurgir del estoicismo en la posmodernidad puede ser visto como una respuesta válida a las demandas del mundo contemporáneo, su interpretación excesiva y reduccionista puede distorsionar sus principios más profundos, transformándolo en una herramienta para la productividad individual en lugar de un camino hacia la virtud y la sabiduría integral.


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