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LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA Y LA EMERGENCIA DE CANDIDATOS AUTORITARIOS

Foto del escritor: Tomás Francezón Tomás Francezón

Por: Tomás Francezón


A lo largo de la historia, los pueblos han experimentado diversos regímenes de gobierno, como monarquías, imperios y totalitarismos, entre otros. A mediados del siglo XX, muchos Estados optaron por transitar hacia regímenes democráticos, y desde entonces han adoptado este modelo como forma de gobierno. Actualmente, existe la creencia generalizada de que la democracia es el mejor sistema para una nación, pero ¿acaso todas las sociedades y Estados experimentan la democracia de la misma manera?


En la actualidad, es frecuente escuchar que la democracia está atravesando una crisis y que es necesario luchar por su supervivencia como modelo de gobierno. ¿Es esto realmente cierto? Numerosos autores se han centrado en el fenómeno de las democracias en declive y sostienen que efectivamente están perdiendo eficacia y, lo que es aún más importante, calidad.Por un lado, los autores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en su libro "Cómo Mueren las Democracias" (2019), alertan sobre una situación que se ha presentado en las democracias en tiempos recientes: el debilitamiento progresivo de las mismas. Este debilitamiento no necesariamente implica un evento disruptivo que marque un comienzo y un fin de la democracia en un país. Más bien, se trata de un proceso gradual en el cual las instituciones democráticas son manipuladas, es decir, las reglas del juego son alteradas en beneficio de algún partido o líder.


Levitsky y Ziblatt (2019) sostienen que estos fenómenos tienen su origen en la propia constitución. Aunque la constitución representa una importante limitación para los gobiernos, no es suficiente por sí sola para salvaguardar las democracias. De hecho, ejemplifican que líderes como Perón habrían sido incapaces de mantenerse en el poder si las constituciones fueran la única barrera efectiva.


Si bien los dos autores mencionados centran su análisis en el contexto estadounidense, sus observaciones tienen un alcance global. La manipulación de las instituciones democráticas y el debilitamiento gradual de los mecanismos de control constituyen un desafío común que enfrentan las democracias en diferentes países. Asimismo, sostienen que Estados Unidos ha mantenido una gran confianza en su constitución y ha logrado perdurar a lo largo del tiempo. Esta confianza se fundamenta en que el sistema estadounidense ha sido diseñado para evitar la concentración de poder en manos de los líderes. Otros países, como Argentina, han observado el diseño de la constitución estadounidense y han decidido adoptar un modelo similar. Ante esta situación, surge la interrogante: si otras constituciones se han visto influenciadas por la constitución estadounidense, ¿cómo es posible que se produzca un debilitamiento democrático?

En este punto, los autores mencionados sostienen que las constituciones por sí solas no pueden soportar todo el peso de la preservación democrática. Incluso países latinoamericanos, que se han inspirado en la constitución estadounidense, han experimentado una larga historia de guerras civiles y dictaduras. Entonces, la pregunta crucial sería: ¿qué falta?


Según Levitsky y Ziblatt (2019), numerosas normas y textos constitucionales son susceptibles a múltiples interpretaciones y a menudo presentan vacíos o lagunas legales. Esta es una de las principales razones por las cuales muchas constituciones fracasan. A pesar de ello, los autores enfatizan que las constituciones son de vital importancia, pero también deben complementarse con otros elementos. Una democracia funcional requiere no sólo una constitución, o lo que ellos denominan "reglas escritas", y tribunales que actúen como árbitros, sino también otro elemento fundamental: las reglas no escritas. Estas reglas informales, a las que se refieren como "reglas de juego" o "códigos de conducta", están arraigadas en el tejido social de las comunidades. Según los autores, para que las democracias funcionen adecuadamente, es necesario que exista una práctica democrática generalizada, donde gran parte de la efectividad de la constitución recaiga en una ciudadanía activa y comprometida con los valores democráticos: 


Cuando las normas son sólidas, infringirlas desencadena manifestaciones de desaprobación que van desde una simple sacudida de cabeza o una burla, hasta una crítica pública y un ataque de indignación. Y los políticos que las quebrantan tienen que prepararse para pagar un precio por ello. (Levitsky y Ziblatt, p. 91, 2019).


Siguiendo su línea de pensamiento, los autores plantean el papel que desempeñan los partidos en el sistema democrático. Destacan la importancia de la tolerancia mutua, es decir, a pesar de que los adversarios políticos se encuentren en el otro extremo ideológico al mío, si ellos siguen las reglas constitucionales al igual que yo, los tolero. Existe un consenso común de que, a pesar de ser oponentes, ambos buscamos competir dentro de las reglas establecidas, lo que nos coloca en igualdad de condiciones. Esto facilita que las democracias se mantengan, ya que ambas partes tienen las mismas oportunidades de acceder al poder, lo que a su vez fomenta la alternancia en el gobierno. Es más fácil ser contendientes que enemigos, ya que se pueden concentrar en la alternancia del poder en lugar de buscar la destrucción del otro.


Por otra parte, los autores plantean la necesidad de contar con contenciones democráticas, donde los líderes no puedan subvertir las instituciones. Los mismos señalan que es especialmente fácil que esto ocurra en democracias presidencialistas, en las cuales los presidentes pueden llenar las instituciones, que son pilares de la democracia y el republicanismo, con personas afines a ellos. Aunque estas instituciones están objetivamente separadas e independientes, queda claro que un presidente sin restricciones tendería a nombrar a personas que le sean favorables para ocupar dichos cargos.


Estas acciones por parte de los líderes resultan difíciles de percibir, ya que a menudo son pasos sutiles y de difícil detección. Tal como plantean Levitsky y Ziblatt (2019), la constitución en estos casos puede permanecer intacta, y lo que queda en juego es la práctica democrática, la cual recae en manos de la sociedad y los tribunales. Sin embargo, incluso en estos casos, los tribunales suelen estar ocupados por personas afines a los líderes. La sociedad es el último recurso, pero no está exenta de complicaciones ya que no todos los ciudadanos se mantienen atentos al ámbito político a menos que algo funcione mal; ¿Quién se preocuparía por el equilibrio de poder si está satisfecho con su situación socioeconómica?


Esta situación desemboca generalmente en cierto autoritarismo por parte de los líderes, quienes deben contar con medios de comunicación que colaboren para mantener la paz social. Es decir, el líder autoritario necesita ganarse el apoyo de la opinión pública para obtener consensos aún más amplios y afianzarse en el poder. Esto facilitaría cada vez más la supresión de los pilares democráticos.


En relación a este tema, Manuel Castells en "La Era de la Información: Economía, Sociedad y Cultura" (2001), aborda el papel de los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas. En su obra, plantea que es sumamente importante que los líderes o candidatos al poder, con el fin de generar una imagen positiva ante la sociedad, se muestren en los medios de comunicación, pero advierte que deben ser cuidadosos en la forma en que se presentan.


No obstante, el tema crucial es que, sin una presencia activa en los medios, las propuestas o candidatos políticos no tienen posibilidad de reunir un apoyo amplio. La política de los medios no es toda la política, pero toda la política deber pasar a través de los medios para influir en la toma de decisiones. Al hacerlo, queda fundamentalmente encuadrada en su contenido, organización, proceso y liderazgo por la lógica inherente del sistema de medios, sobre todo por los nuevos medios electrónicos. (Castells, p. 349, 2001)


Los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en la política tal  como señala Castells (2001). Si bien no son el único factor determinante en la misma, constituyen el medio más efectivo para influir en las masas. Continuando con los argumentos expuestos, hemos observado cómo las democracias se debilitan progresivamente y cómo la responsabilidad ciudadana disminuye, lo que permite que los gobiernos se expandan y se apoderen de las instituciones. Además, los medios de comunicación se convierten en una herramienta utilizada por estos líderes.


En este debate, es posible incorporar la perspectiva de Benjamin Constant (2013) en su obra "Sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos". El autor aporta la noción de libertad, que ayuda a profundizar en la idea de gobiernos que adquieren gradualmente poder en el ámbito público y desarrollan políticas autoritarias.


Constant (2013) plantea que han existido dos formas de libertad a lo largo de nuestra historia como sociedad: la libertad social y la libertad política. En la antigüedad, era más sencillo para las personas participar activamente en la política, ya que disponían de tiempo para debatir ideas y participar en congresos, debido a que contaban con esclavos que se ocupaban de las tareas esenciales. A medida que la humanidad fue progresando y el mundo se volvió más complejo, resultó cada vez más difícil participar en la política. Estos modelos evolucionaron gradualmente hacia sistemas políticos representativos, donde se delegaban funciones, debido a que la política se volvía más compleja y las personas asumían nuevas responsabilidades. Constant (2013) enfatiza particularmente el papel del comercio en este proceso.


Los depositarios de la autoridad nos animan a ello continuamente. ¡Están dispuestos a ahorrarnos cualquier preocupación, excepto la de obedecer y la de pagar! Ellos nos dirán: ¿Cuál es en el fondo el objetivo de sus esfuerzos, el motivo de su trabajo, el objeto de todas sus esperanzas? ¿No es acaso la felicidad? Y bien, déjennos hacer, y les daremos esa felicidad. No, señores, no les dejemos hacer por muy conmovedor que se resulte tan entrañable interés; roguemos a la autoridad que permanezca en sus fronteras, que se limite a ser justa. Nosotros nos encargaremos de ser felices. (Constant, p. 94, 2013).


Avanzando con el planteo del autor mencionado, existe una línea muy delgada en la libertad política que parece diluirse en la modernidad. Esto se debe a que los individuos, al disfrutar de sus derechos individuales (sus libertades sociales), comienzan a descuidar su participación en la esfera política. Al encontrarse en un estado de bienestar y centrados en el ámbito privado, dejan que los líderes autoritarios se adueñen de la libertad política. "El peligro de la libertad moderna consiste en que, absortos en el disfrute de nuestra independencia privada y en la búsqueda de nuestros intereses particulares, renunciamos fácilmente a nuestro derecho de participación en el poder político" (Constant, p. 94, 2013).


Cuando la ciudadanía renuncia a la esfera política y confía en un sistema representativo que se supone se encargará de los aspectos que la sociedad no puede abordar, los gobiernos cada vez se apropian más y más de la política, generando un sistema elitista e incluso excluyente. Poco a poco, las personas normalizan que los líderes se adueñen de las instituciones, siempre y cuando sus libertades individuales permanezcan intactas. La incorporación de Constant (2013) en el presente trabajo no es fortuita, ya que su visión coincide con la de Levitsky y Ziblatt (2019) en cuanto a la importancia de la sociedad como freno ante el autoritarismo (aunque Constant no se refiere explícitamente al autoritarismo, trasladando su discurso se podría utilizar dicho término para describir las acciones de los líderes modernos).


Al considerar a los cuatro autores mencionados, hemos examinado la crisis de la democracia en la actualidad y las posibles explicaciones de por qué no existe una reacción y una resistencia por parte de la sociedad civil. Asimismo, se ha destacado el papel de los medios de comunicación como vehículos que respaldan los avances autoritarios.


Un caso que guarda similitudes con las ideas planteadas por los cuatro autores, podemos citar el ejemplo de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, a partir de las ideas volcadas por Darío Mizrahi en el artículo titulado "¿Qué hará el populista millennial con el poder absoluto en El Salvador?" publicado en Infobae. Al adentrarnos en el contexto previo a la llegada de Bukele, podemos observar que El Salvador enfrentaba una grave problemática en relación a la corrupción, la cual había sido perpetuada por generaciones de líderes políticos y había generado un profundo descreimiento hacia la clase política. A primera vista, este descreimiento puede parecer contradictorio con los planteamientos de los autores. No obstante, Mizrahi luego destaca que la sociedad, al estar tan desencantada con la clase política tradicional, buscaba una nueva forma de representación que no se asemejara a la de un líder convencional.


Como se puede apreciar, Nayib Bukele es un líder joven que ha centrado su campaña en la problemática de la inseguridad. Aquí es donde podemos establecer una conexión con Constant (2013), ya que los salvadoreños buscan ser representados en su demanda de mayor seguridad. Según el artículo mencionado, la ciudadanía anhela una mejor seguridad sin importar los medios. Este aspecto resuena con las ideas de Constant (2013), dado que la población deposita su confianza en un líder y está dispuesta a dejar de lado su libertad política con el fin de garantizar su bienestar en términos de libertad individual en el ámbito social.


En un primer intento de golpe de estado, Nayib Bukele buscó poner fin a la mayoría opositora en el congreso. Aunque muchos podrían pensar que esta acción generaría un descontento generalizado, sorprendentemente, el cansancio de la sociedad condujo a un aumento en la popularidad del presidente. Una vez más, se recalca que la insatisfacción individual de los ciudadanos ha sido tan marcada que, al mejorar su bienestar, Bukele ha obtenido un amplio margen de maniobra en cuanto a la libertad política y, de manera gradual, ha ido avanzando (ya sea de manera evidente o no) en su afán de hacerse con las instituciones democráticas.


Por otro lado, el desprestigio del Órgano Legislativo es alto. Hasta ahora, no aprobó reformas constitucionales que se tradujeran en beneficios sociales claves. El 9F, aunque fue un acto reprochable desde la racionalidad, conectó emocionalmente con el sentir de un amplio sector de la población que repudia a la Asamblea Legislativa. (Mizrahi, 2021)


Tras el episodio con la legislatura, Bukele logró obtener el 66% de los votos en las elecciones legislativas, lo que le otorgó el control absoluto de la asamblea y le permitió gobernar a su discreción. En este caso, se presenta una situación que no cumple con los requisitos planteados por los autores mencionados en el presente trabajo, sino que incorpora una variable adicional en términos de acumulación de poder, y es que la ciudadanía respalda en cierta medida la forma de gobierno de Bukele.


La fuerte polarización política y el deficiente desempeño de los partidos previos a su llegada al poder han moldeado el camino para que su principal capital político, la seguridad, le abra las puertas a una mayor legitimidad por parte de la ciudadanía. En este contexto, la aprobación de la forma de gobernar de Bukele se ha fortalecido debido a las circunstancias adversas y la percepción de un mal gobierno anterior: 


La desilusión y el rechazo hacia toda la clase dirigente era enorme. Así se crearon las condiciones para la emergencia de un líder que parecía venir de otra galaxia. Publicista, joven —tenía 37 años cuando asumió— y con un discurso y una imagen que no tienen nada que ver con lo que se asocia a la política convencional, Bukele se convirtió en un personaje increíblemente atractivo para millones de personas. (Mizrahi, 2021)


Siguiendo las reflexiones planteadas por Castells (2001) acerca de los medios de comunicación como herramienta de marketing político, Nayib Bukele identificó una oportunidad estratégica. Ha centrado gran parte de su campaña en el uso del marketing político, en sintonía con la visión de Castells (2001), constituyéndose en un elemento poderoso para concentrar el poder, establecer una conexión más fuerte con las masas y legitimar sus acciones.


La preocupación general entre otros países y observadores que siguen el gobierno de Bukele es qué sucederá una vez que haya logrado neutralizar el problema de la inseguridad en la región. ¿Qué ocurrirá con las instituciones? Mizrahi (2021) menciona la expansión del poder hacia otras instituciones independientes (un tema planteado por Ziblatt y Levitsky), lo cual agrega una capa adicional de preocupación sobre el futuro de la democracia y los equilibrios de poder en El Salvador.


Bukele está en condiciones de gobernar sin contrapesos. Porque además de los otros poderes del estado están la Contraloría y la Fiscalía General, con las que también ha chocado cuando objetaron algunas de las medidas que tomó. Eso dejará de ser un problema, porque tendrá las manos libres para nombrar en ellos a funcionarios que le sean leales. (Mizrahi, 2021).


Asimismo, Mizrahi hace mención a la situación relacionada con los contrapesos, los cuales hemos analizado a lo largo de este trabajo, y reflejan la favorable posición que ostenta Bukele.


El problema de la democracia es que cuando los gobiernos no son capaces de cumplir sus funciones más básicas, son muy pocos los ciudadanos que se preocupan por los contrapesos institucionales. Son minucias abstractas al lado de la seguridad y del trabajo. (Mizrahi, 2021). 


Cabe destacar que Mizrahi sostiene que las acciones de Bukele parecen tener poca relevancia para los ciudadanos, quienes se encuentran sumidos en la pobreza en el marco de un sistema disfuncional. La atracción hacia líderes con rasgos autoritarios se interpreta como un clamor de ayuda por parte de la población. Surge entonces la pregunta: ¿Podemos culpar a los ciudadanos por elegir a un líder con inclinaciones autoritarias? ¿O debemos responsabilizar a los líderes anteriores, cuyo estilo de gobernanza deficiente ha llevado a los electores a extremos?


En este sentido, el artículo de Mizrahi ha permitido establecer relaciones en cuanto a las descripciones que hacen los cuatro autores seleccionados para analizar las democracias en declive, así como la emergencia de figuras autoritarias. Cada vez resulta más evidente que las reglas del juego político se difuminan cuando hay consenso por cansancio o falta de interés en la participación política.


Lo que pasa desapercibido en las etapas de enamoramiento con este tipo de líderes es que, a la larga, difícilmente puedan solucionar los problemas estructurales que habían prometido resolver. Lo que sí pueden es descomponer las reglas del juego democrático. Y cuando eso sucede, las personas siguen tan inseguras y empobrecidas como antes, pero con muchas menos libertades y sin la posibilidad de elegir al menos quién las gobierna. (Mizrahi, 2021)


En conclusión, a partir del análisis de las ideas expresadas por Levitsky y Ziblatt (2019), Castells (2001) y Constant (2013) y la consideración del caso de Bukele, se han abordado aspectos fundamentales en el estudio de la política. Por un lado, Levitsky y Ziblatt (2019) nos han proporcionado una perspectiva profunda sobre la declinación de las democracias, trascendiendo el contexto estadounidense y ofreciendo enseñanzas aplicables a otros países. Sus investigaciones han revelado las formas sutiles en las que los regímenes autoritarios se establecen, destacando la importancia de la sociedad y los partidos políticos en este proceso.


Por otro lado, el enfoque de Castells (2001) ha fortalecido nuestra comprensión de cómo los políticos buscan legitimar su poder y ha puesto de relieve el papel fundamental de los medios de comunicación en este proceso. Sus ideas nos han permitido examinar de manera más profunda la relación entre los líderes y las masas, así como su influencia en la configuración de la opinión pública. Por su parte, Constant (2013) ha aportado una visión concreta sobre la aparición de autoritarismos y la relación entre representantes y representados. Su análisis ha sido fundamental para comprender los comportamientos de las sociedades frente al avance y la erosión de las instituciones democráticas.


Al considerar el artículo periodístico sobre Bukele, hemos llegado al punto culminante de los planteos de los cuatro autores mencionados, ya que nos ha brindado un ejemplo concreto que nos permite identificar los modelos teóricos previamente analizados y comprender de manera más profunda la crisis de las democracias y el surgimiento de líderes autoritarios. Además, nos ha llevado a reflexionar sobre cómo la emergencia de estos líderes puede ser una respuesta a sistemas políticos insuficientes.


En definitiva, este análisis integral nos ha proporcionado una visión más completa y enriquecedora de la crisis de las democracias contemporáneas, destacando la importancia de abordar tanto los aspectos teóricos como los casos prácticos para comprender las dinámicas políticas y buscar soluciones efectivas. En vista de todo lo expuesto, se puede afirmar que los autores están acertados en su descripción de cómo las democracias atraviesan crisis y cómo emergen líderes autoritarios. Sin embargo, sus textos se complementan de manera integral, ya que muchas explicaciones carecerían de fundamento sin la compañía de los otros. Además, es importante tener en cuenta los contextos y las situaciones previas al ascenso de estos líderes autoritarios, aspectos que no pueden ser pasados por alto. Resultaría absurdo atribuir exclusivamente a la sociedad la culpa del surgimiento de estos líderes.


Los autoritarismos no surgen por mera casualidad, son consecuencia de malas políticas y políticos. Las prácticas indebidas, los actos de corrupción y el empobrecimiento de las sociedades también deberían ser considerados como actos autoritarios. Por tanto, no debemos juzgar a las personas por respaldar regímenes como el de Bukele cuando son los únicos representantes que, al menos, están intentando abordar problemas específicos. Si bien los autoritarismos son malos, la des-gobernanza también lo es.


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