Por: Augusto Borgese
No tengo intención alguna de menospreciar los aportes y las virtudes de la democracia, pero sí remarcar cuál es su gran debilidad y de qué forma podemos mejorarla todos aquellos que consideramos la posibilidad de dedicarnos al gobierno de los hombres en el futuro.
Este sistema de gobierno no es malo, característica que comparte con muchos otros. Lo que busca es que aquellos más capacitados e idóneos para leer la realidad y transformarla, sean quienes asuman la dirección de su propia Nación. La cuestión importante reside en que estos hombres son elegidos por otros, por el grueso de la sociedad: del número que los acompañe en el sufragio a su favor depende su obtención del poder.
El problema ocurre cuando los hombres ponen su voto en apoyo de aquellos que les generan mayor confianza, porque se muestran dispuestos y capaces para trabajar por el bien común, pero la realidad es que ni están dispuestos ni capacitados realmente para la tarea. Mentirosos y estafadores están presentes en todos los ámbitos y disciplinas, pero en la política pueden provocar enormes tragedias. La política entendida como la dirección de una sociedad, es una tarea inmensamente importante y pesada; así como puede traer el bienestar para millones, también puede acarrear su pérdida. Como dice la célebre frase, “corruptio optimi, pessima” o en español, “la corrupción de lo mejor es la peor”.
De este modo, es como si volviéramos a la Antigua Grecia, cuando se enfrentaban sofistas y filósofos. Los primeros se contentan con convencer al público, mostrándose a sí mismos y sus posturas como verdaderas y dignas de confianza, pero el filósofo no busca ganar una discusión, persigue la verdad, conocer cómo se le presenta y no como él mismo se la imagina. En los discursos puede triunfar el sofista, dedicado al arte de aparentar sabiduría dejando al margen la realidad, pero en el gobierno de una polis, el filósofo, conocedor en profundidad de los problemas que se le presentan a la sociedad, puede plantear soluciones realmente prácticas y útiles.
No por nada Platón proponía el gobierno de los filósofos que, por su dedicación al conocimiento de la verdad, ven más allá de las apariencias y tienen la oportunidad de tomar decisiones más acertadas. Carlos Javier Regazzoni, en su libro “La misión política de la Universidad”, plantea que “La ciencia hizo de la búsqueda de la verdad, su vida; y así enseñó al régimen político que en la búsqueda de la verdad le va la vida”. No se equivoca, y podemos considerar esta frase como un llamado de atención a nosotros mismos e incluso un llamado a la acción.
Si la democracia trae consigo el peligro de que “triunfen la mentira, los cobardes, y los ineptos”, procuremos no ser nosotros, los estudiantes, quienes contribuyan a la degradación de la política. La única forma de hacerlo es comprometiéndose realmente con el conocimiento de la verdad en todos los ámbitos: desde la filosofía que nos presenta principios generales para el pensamiento crítico, la ética y hasta la economía. Estar preparados siempre para cualquier cosa, para cualquier desafío.
Otra pata importante a tener en cuenta para contribuir en esta tarea, es la de estar abiertos al diálogo. El hombre puede conocer la Verdad, es capaz de ella, pero no puede conocer todo ni poseerla de forma absoluta, por eso es importantísima la apertura en aquellas discusiones relevantes que pueden llegar a presentarse en el ámbito en el cual actualmente muchos nos desempeñamos, la Universidad. Es una oportunidad enorme para enriquecer nuestra perspectiva sobre cualquier asunto, incluso si la otra parte resulta estar equivocada, algo nuevo va a aportarnos siempre.
En resumen, tomémonos en serio la tarea de formarnos: no para nosotros, sino para los otros; sobre todo si en el futuro buscamos aportar algo útil a la comunidad que llamamos Nación, o hacer nuestro aporte al mundo. Admito que es un desafío. Viendo esto reconozco que tengo muchas cosas que mejorar, pero ese es el punto de partida que todos deben tener para iniciar este camino de virtud cívica. Busquemos que el día de mañana ese germen de destrucción que el sistema democrático conlleva en sí mismo no sea realmente un peligro; que quienes busquen y disputen los lugares de toma de decisión sean aquellos que estén preparados; los mejores para el cargo.
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