En los albores del siglo XX, con el fortalecimiento del movimiento sionista tras los sucesos de la Primera Guerra Mundial, surgió en Estados Unidos un influyente grupo de presión pro israelí. Motivados por una convergencia de factores históricos, políticos y sociales, los judíos estadounidenses se convirtieron en defensores de la creación de un Estado judío, una iniciativa que no solo remodeló las dinámicas de las relaciones internacionales, sino que también dejó una marca indeleble en la política externa e interna de Estados Unidos, influenciándolas profundamente hasta el día de hoy.
En un momento histórico que resonaría a lo largo de las décadas, la decisión de reconocer al Estado de Israel por parte de Estados Unidos en 1948 fue más que una mera formalidad diplomática: fue un acto que cambió el curso de la historia en tan solo 11 minutos. Tras bambalinas de la política global, el entonces presidente Harry S. Truman fundamentó su decisión no sólo en consideraciones geopolíticas, sino también en un meticuloso cálculo de intereses estratégicos.
El reconocimiento de Israel como un potencial aliado en la región del Medio Oriente, escenario de significativa importancia en términos de recursos naturales y dinámicas geopolíticas, sobre todo durante el período de la Guerra Fría, tuvo un peso significativo en su deliberación. Sin embargo, detrás de esa decisión, el grupo de presión pro israelí ya influía sustancialmente en el gobierno estadounidense, siendo un factor determinante en la formulación de su política exterior.
Hoy, casi ocho décadas después de la decisión de Truman, Joe Biden surge como potencialmente el presidente más pro israelí en la historia de Estados Unidos. No obstante, su política exterior, marcada por un apoyo incondicional a Israel en este conflicto, no solo reafirma una relación de larga data, sino que también relega a Estados Unidos de una posición de liderazgo global a un papel de sumisión a las reglas establecidas por el gobierno de Benjamin Netanyahu.
A principios de abril, por ejemplo, se reveló que en una conversación con el primer ministro Netanyahu, el presidente Biden expresó su preocupación por la situación humanitaria en Gaza, calificándola como inaceptable. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento, la Casa Blanca continuó proporcionando armamento y utilizando su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y aunque temporalmente el envío de bombas fue suspendido debido a las preocupaciones por la invasión militar en Rafah, se espera que el suministro de otro tipo de armamento continúe, sin mencionar el reciente paquete de asistencia militar de 26 mil millones de dólares aprobado recientemente por el Congreso.
Esto evidencia cómo, en el teatro árabe-israelí, la mayor potencia mundial no dicta las normas, sino que se somete a las directrices de otro país. Aquí radica el poder político del grupo de presión pro israelí. Con una influencia notable en ambas cámaras del Congreso, entidades y grupos de interés ejercen un papel prominente en la formulación de políticas, al tiempo que realizan labores de cabildeo a favor de cuestiones como la asistencia militar, el apoyo diplomático y las estrategias de seguridad en la región del Medio Oriente. Y, en años electorales, como el actual, estos actores ejercen una influencia significativa en la política estadounidense a través de donaciones de campaña y movilización electoral.
De esta manera, las estrategias políticas de la administración Biden buscan satisfacer al grupo de presión pro israelí para, a cambio, recibir financiamiento electoral. Sin embargo, no se anticipó que uno de sus principales grupos electorales, los jóvenes, mostraría mayor simpatía por las atrocidades ocurridas en Palestina, lo que resultó en una ola de protestas estudiantiles en Estados Unidos a favor de un alto el fuego en la región. Asimismo, a medida que las elecciones se acercan y el número de potenciales electores disminuye, el actual presidente se ve impedido de retroceder en sus asuntos exteriores, ya que aún depende del apoyo financiero proporcionado por la comunidad judía estadounidense.
Con la convención demócrata prevista para celebrarse en agosto en Chicago, es altamente probable que seamos testigos de escenas evocativas de las protestas contra la guerra de Vietnam, recreando un momento histórico que aún está por suceder en la misma ciudad. En este contexto, se vuelve esencial para Joe Biden alcanzar algún tipo de alto el fuego para mitigar la presión interna sobre sí mismo.
Ahora, esperamos con expectación los desarrollos políticos en los meses previos a las elecciones de noviembre. Sin embargo, en medio de una atmósfera permeada de incertidumbre, una realidad se destaca: hasta el momento, el gran beneficiario de la política confrontativa de Netanyahu es Donald Trump.
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