Durante la década de 1990 y principios de los 2000, se produjeron diversos alzamientos sociales en el norte argentino con fuertes repercusiones a nivel político. Particularmente en Santiago del Estero, dos sucesos fueron el detonante de manifestaciones que exigían un cambio en las condiciones de vida y en la conducción política de esta provincia: el Santiagueñazo en 1993 y el doble crimen de La Dársena en 2003. Las consecuencias de estos hechos, determinantes en la historia santiagueña, evidenciaron la necesidad de un cambio radical que resiste (como puede) ante el centralismo de facto existente en todo el país.
El Santiagueñazo ocurrió en diciembre de 1993 como premonición de lo que ocurriría en 2001 a nivel nacional. La crisis económica que afectaba a todo el país se sentía con especial dureza en Santiago del Estero, provincia históricamente marginada en términos de inversión y desarrollo. La movilización comenzó como una protesta contra las políticas de ajuste y rápidamente se transformó en una revuelta generalizada contra un sistema político que parecía diseñado para perpetuar la pobreza y la desigualdad. El Santiagueñazo trajo consigo una intervención federal que finalizó un año y medio después, cuando el histórico gobernador Carlos Juárez retornó al poder provincial. Durante esa intervención, se sancionaron leyes que perjudicaron aún más a la provincia, principalmente en torno a las finanzas públicas.
Diez años después del Santiagueñazo, el doble crimen de La Dársena sacudió nuevamente a la provincia, revelando la corrupción y el abuso de poder que aún prevalecían. Las muertes no solo conmocionaron a la sociedad santiagueña, sino que también destaparon una red de corrupción y encubrimiento en la policía y la justicia local, ya que las investigaciones revelaron vínculos entre ambos crímenes y personas relacionadas con las altas esferas del poder. Este escándalo expuso la impunidad y la corrupción institucional y fue el detonante que puso fin al reinado de los Juárez en la provincia.
En 2005 nuevamente se convocaron a elecciones, con el objetivo de restaurar las instituciones y comenzar una nueva era en la provincia. Estas elecciones marcaron el desdoble de Santiago del Estero con respecto al calendario electoral nacional de gobernadores. Resultó electo gobernador Gerardo Zamora, quien luego sería reelecto en 2009, 2017 y 2021, con un intervalo entre 2013 y 2016 en el que gobernó su esposa, Claudia Ledesma Abdala. Durante la presidencia de Néstor Kirchner, se inició un proceso de reparación histórica para saldar la deuda del Estado nacional con la provincia, que se tradujo en múltiples inversiones en los campos de la agricultura y ganadería, el turismo, la infraestructura, la educación, la salud, el deporte y la cultura, entre otros ámbitos. Todas estas inversiones sirvieron, además, como condiciones necesarias para fomentar el empleo privado, en contraposición a otras provincias donde la principal fuente de empleo es el Estado.
En esta misma línea, a diferencia de otras provincias donde los fondos nacionales fueron desviados para perpetuar la corrupción política, en Santiago del Estero no ocurrió esto. Los alzamientos populares antes descritos indujeron un profundo cambio que reclamaba mejores condiciones de vida y sentaron antecedentes de lo que puede llegar a ocurrir cuando esas condiciones no satisfacen las demandas del pueblo. Con esa exigencia encima, las inversiones se realizaron responsablemente y mejoraron las condiciones de la provincia. Reflejo de esto es un informe de la CEPAL, que muestra el crecimiento interno de la economía de cada provincia argentina en el período 2004 - 2021, donde sitúa a Santiago del Estero en el primer lugar. A su vez, ciudades como Santiago del Estero capital o Termas de Río Hondo comenzaron a ganarse un sitio de renombre no solo a nivel nacional, sino también a nivel regional e internacional, con la celebración de múltiples exposiciones y eventos empresariales, culturales y deportivos.
Hoy, Santiago del Estero no es una provincia pobre del norte como se pretende instalar en el imaginario colectivo basado en la opinión de unos pocos que hablan sin conocer más allá de la Avenida General Paz. Hoy, Santiago del Estero es una provincia en pleno crecimiento que “se arregla como puede con lo que tiene”. Y lo hace bien. La creencia (errada) de que a causa de esa pobreza no pueden acceder al mismo desarrollo que otras provincias solo acrecentará aún más la brecha entre el norte y el resto del país. En el norte, se concibieron los orígenes de la patria, patria que hoy en día, le debe demasiado a su región progenitora.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de la Revista Conciencia Política y/o de la Pontificia Universidad Católica Argentina.
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