Por: Catalina Polotto
Cientos de años atrás, un apóstol llamado Juan, escribió el último libro del Nuevo Testamento, objeto de numerosas interpretaciones a lo largo de la historia: El Apocalipsis. A través de diversos simbolismos y metáforas este libro prepara al hombre para un suceso inevitable: el fin del mundo.
Con la llegada de 7 ángeles que traerán las últimas siete plagas, la ira de Dios quedaría satisfecha, y así comenzaría el fin de los tiempos.
A partir de este relato religioso, el hombre se ha imaginado el fin del mundo de diversas maneras, al punto que hoy es uno de los temas más tratados por la cultura popular. La industria cinematográfica explota este concepto hasta el cansancio, y como resultado vemos películas que retratan el apocalipsis de manera ficticia con invasiones extraterrestres o la dominación de los robots por sobre los hombres.
Sin embargo, el apocalipsis, está lejos de ser un mero concepto religioso, sino que hay un sinfín de razones que nos dejan ver que la situación del mundo en el que vivimos es cada vez más frágil y que el futuro no es tan seguro como uno podría pensar. Hoy reconocemos que el fin del mundo probablemente no se dé por la decisión de una entidad divina superior o por una invasión zombie como muestran las películas, sino que quien pone a la humanidad en riesgo de ser destruida es nada más y nada menos que el mismo hombre.
A partir de la Primera y Segunda Guerra Mundial, quedó demostrado que el hombre es capaz de causar destrucciones masivas. Desde la detonación de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, la tecnología nuclear se ha desarrollado sin parar y hay cada vez más estados en posesión de este tipo de armas mortíferas, como Estados Unidos, Rusia o Corea del Norte. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, se expresó al respecto con la escalada de las tensiones geopolíticas alrededor del mundo en marzo de este año en una reunión del Consejo de Seguridad sobre la no proliferación nuclear organizada por Japón y señaló su preocupación por una nueva carrera armamentística nuclear.
Uno de los referentes más importante en la política internacional, no deja de utilizar la retórica nuclear para amenazar a sus oponentes, Vladimir Putin, que, en mayo de este año, comenzó a realizar simulacros de armas nucleares tácticas en respuesta al apoyo por parte de potencias occidentales como Estados Unidos, Reino Unido o Francia a Ucrania.
En el marco de grandes conflictos bélicos actuales como pueden ser la guerra ruso-ucraniana o el conflicto palestino-israelí, las imágenes de desolación y devastación se hacen cada vez más frecuentes. Las grandes potencias invierten cuanto pueden en aumentar su arsenal, lo cual incita a otros a hacer lo mismo, generando un gran dilema de seguridad del cual parece no haber escapatoria. Hoy el desarrollo tecnológico permite la fabricación de armas nucleares con potencia explosiva de 500 a 800 kilotones, diseñadas para destruir ciudades enteras. Esto supone una gran amenaza para la humanidad y las probabilidades de que se desate una guerra nuclear, incluso por un error de cálculo, ya no son tan lejanas.
Los riesgos que suponen el avance de la tecnología también se pueden ver en un fenómeno que alarma a los líderes mundiales: la inteligencia artificial, una fuerza de rápido desarrollo extremadamente difícil de controlar. Este avance supone diversos peligros, desde problemas de seguridad a desplazamientos de puestos de trabajo. Incluso desarrolladores de OpenAI, Google DeepMind y Anthropic son capaces de ver esta amenaza y firmaron una carta abierta por el Centro de Seguridad para la IA con el fin de “mitigar la extinción” en manos de la inteligencia artificial. A la vez advirtieron que algunas habilidades que hasta hace un tiempo estaban reservadas únicamente a los humanos, hoy pueden ser realizadas por estas tecnologías, las cuales son completamente capaces de competir con los hombres en cuestiones de inteligencia y capacidad.
Al parecer el Apocalipsis no se dará cuando el agua se transforme en sangre o llueva fuego, sino que será el día en el que el hombre no pueda ponerle freno a sus propias creaciones. Como dijo el Papa Juan Pablo II, “el hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce”. El concepto del apocalipsis, desde sus orígenes religiosos hasta su representación en la cultura popular, refleja los crecientes riesgos que enfrenta la humanidad. La capacidad del hombre para causar destrucción masiva a través de armas nucleares y la amenaza emergente de la inteligencia artificial plantean desafíos significativos para lo cual es esencial que la comunidad internacional reconozca estos peligros y trabaje en conjunto para atenuarlos. Hoy la humanidad se encuentra a tan solo 90 segundos del fin del mundo, y es sólo cuestión de tiempo a que la “ira de Dios” profesada siglos atrás se desate sobre todos nosotros.
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