Por: Camila Minchiotti
Lamentablemente, los argentinos hemos sido testigos de grandes hechos de corrupción a lo largo de nuestra historia. En los últimos años, el peronismo fue quien protagonizó los más escandalosos de ellos, y que han sido de las causas más notorias del desgaste de su reputación, generando cada vez mayor descreencia hacia sus líderes. Ahora bien, la grave novedad que se añade a estos hechos la trajo Alberto Fernández: violencia física y psicológica. Aunque este hecho sea la calumnia más grande de su gestión, también existen acontecimientos cuestionables que marcaron su paso por el gobierno, como el “vacunatorio VIP” y el caso de los seguros, por nombrar alguno de ellos. Pero, la denuncia de Fabiola Yáñez al expresidente por violencia de género dejó una mancha indeleble en el partido. Y, por sobre todo, destaca la hipocresía de quien decía velar por la protección de las mujeres, lo que hizo despertar el mayor de los repudios públicos, dentro y fuera de su espacio político.
Esta serie de eventos han llevado al peronismo a una enorme crisis; que, cabe aclarar, es un fenómeno que parece ser ya una característica propia de los partidos tradicionales, y, por otro lado, ha hecho surgir una nueva alternativa política, que hoy se encuentra en el poder.
Sin embargo, estamos hablando de un partido que, históricamente, ha sabido reestructurarse para mantenerse en la escena política. De sus mayores catástrofes, resurge de sus cenizas. Este hecho puede ser un punto de inflexión para tan deteriorado liderazgo político. Por un lado, al ya negado Albertismo, percibido como la oveja negra de la familia, se le suma un motivo más para ser rechazado y desconocido dentro del espectro peronista. Algunos de los dirigentes más influyentes del partido han duramente criticado su mandato en un intento de desligarlo de su polo ideológico. Han creado un enemigo común, que fue engendrado por ellos mismos.
Pero, por otro lado, la manifestación de Cristina en X, en respuesta a este hecho, deja entrever una gran incapacidad de autocrítica, que genera efectos negativos a la hora de reestructurar el poder de su partido. La implantación de un nuevo líder que logre dar una identidad nacional a aquella especie de confederación de subpartidos huérfanos que existe hoy en el peronismo, es crucial para que pueda volver a ser considerado una alternativa al poder político nacional.
Lleno de personajes ya desgastados, es indispensable una nueva fachada. El peronismo está obligado a mutar para sobrevivir. Y, según el dicho del mismo Juan Domingo Perón: “los peronistas son como los gatos, cuando parece que se pelean en realidad se están reproduciendo”. No debemos olvidar que, en otras ocasiones, lograron triunfar, a pesar de enormes polémicas en las que se han involucrado, como si el tiempo las borrase de algunas conciencias.
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