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MONDINO, ¡AFUERA!

Foto del escritor: Conciencia PolíticaConciencia Política

Por: Victoria Cosenza y Matías Cohen


Una de las figuras más relevantes y activas dentro del oficialismo, la ahora ex canciller Diana Mondino, presentó su renuncia luego de haber sido esta solicitada por el presidente, a raíz del voto positivo en la ONU ante el levantamiento del embargo de Estados Unidos a Cuba.


La aspereza del vínculo entre los países ya nombrados, se remonta tal vez a muchos años antes de la Guerra fría, pero fue durante ésta donde se comienza a gestar lo que hoy conocemos como el bloqueo. En 1960, Estados Unidos, durante el mandato de Eisenhower, le impone la primera sanción al país caribeño, interrumpiendo el comercio de la caña de azúcar en respuesta a la nacionalización, por parte de Cuba, de bienes y empresas extranjeras, en gran parte propiedad de ciudadanos estadounidenses. Las sanciones, a medida que pasaba el tiempo, se ampliaron hasta consolidarse en un embargo económico, comercial y financiero. Se limitan los accesos que van desde el comercio hasta la actividad turística. Se calcula que desde que el bloqueo entró en vigencia, le costó a Cuba más de 164.000 millones de dólares a precios actuales. Desde 1992, las autoridades cubanas le reclaman a la asamblea de la ONU que ponga fin a esta situación. Si bien la gran mayoría de los países miembros apoya esta petición, las sanciones no han hecho más que aumentar.


Hay numerosas voces que se expresan sobre el tema: algunas resultan convergentes con Estados Unidos, argumentando que levantar el embargo sería complacer a un régimen que viola sistemáticamente los derechos humanos y el Estado de derecho. Otras, sostienen que mantener estas medidas solo alimenta el deterioro de las condiciones del pueblo cubano y que no se alivianen las relaciones entre los países parte del conflicto.


El hecho de que Diana Mondino haya votado en contra del bloqueo, denota una incongruencia entre el accionar de la ex canciller y los objetivos de la Casa Rosada. Desde que asumió el mando del gobierno, Javier Milei intenta consolidar la relación entre  Argentina y Estados Unidos a la vez que lleva a cabo su propia agenda anti-globalista, como lo demostró en sus discursos en el Foro Internacional de Davos, su charla en la Asamblea General de la ONU el septiembre pasado, o con el voto en contra del ingreso de Palestina a esta organización.


Previo a la votación, la exministra había justificado su decisión por la necesidad de mantener la postura de Argentina en consonancia con la de los países de la región, para asegurar sus apoyos al reclamo del país por la soberanía de las Islas Malvinas, lo que no parece haber sido una razón suficiente para el Ejecutivo. Después de todo, cabe recalcar que los dos únicos países que votaron a favor del embargo a Cuba fueron Estados Unidos e Israel.


Así y todo, las relaciones entre Mondino y Balcarce 51 se han ido deteriorando a lo largo del año producto de la visión políticamente correcta de la ex canciller que contrasta con los objetivos del gobierno; a lo que se suma sus discrepancias con el “círculo rojo” de Milei: su hermana Karina y su asesor Santiago Caputo. Estas diferencias alcanzan a todo el ámbito de Cancillería en general, lo que es evidenciado por el despido del ex canciller de la Argentina frente a las Naciones Unidas, Fernando Lagorio, que se produjo un par de semanas atrás. Además, el presidente tomó la decisión de iniciar una auditoría sobre el personal de carrera de la Cancillería para “identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad”, como expresó el mandatario.


El nuevo canciller es Gerardo Werthain, quien ejercía el cargo de embajador del país en Washington. Con una corta trayectoria como embajador, emprende su regreso a la Argentina para tomar su nuevo cargo con la idea de llevar un comportamiento más afín a los deseos del presidente y su círculo cercano. En un comunicado afirmó que: “Modernizaremos nuestra diplomacia y optimizaremos los procesos para que Argentina brille en la escena global, asegurando una transición ordenada”.


Ahora, ¿Debería Argentina seguir un lineamiento basado en un plan de Estado o en los planes de gobierno? ¿Podrá el nuevo canciller alinear la diplomacia argentina con los objetivos de gobierno sin comprometer sus relaciones internacionales?


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