Por: Juana Igon
El 6 de agosto las tropas ucranianas irrumpieron en la frontera occidental de Rusia y tomaron prisioneros a más de 100 soldados enemigos a través de una contraofensiva en la región rusa de Kursk. Fue la mayor captura de prisioneros rusos desde el inicio de la guerra y el mayor ataque extranjero contra territorio soberano ruso desde la Segunda Guerra Mundial.
Se trató de un ataque con drones de largo alcance sobre cuatro aeródromos militares rusos. La estrategia tuvo como objetivo destruir los aviones de guerra rusos para impedir nuevos ataques con bombas planeadoras en territorio ucraniano. Esto implica que, Rusia saque tropas de Crimea, Zaporiyia y Járkiv para redireccionarlas hacia la región de Kursk y detener el avance ucraniano.
El ejército busca continuar avanzando y crear una “zona de amortiguamiento” con ayuda humanitaria y corredores humanitarios que colaboren con la evacuación de civiles ya sea, hacia el país liderado por Vladimir Putin como también de regreso a Ucrania. Esto demuestra que, tal como explicó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Kiev, el objetivo de las tropas no es anexar los territorios de la región, sino proteger a los civiles ucranianos. Además, están dispuestas a cesar sus ofensivas si Moscú acepta una “paz justa”.
A esta situación se suma la Unión Europea a favor de Ucrania alegando que, “Putin no ha logrado romper la resistencia de Ucrania contra su invasión injustificada y ahora se ve obligado a retirarse dentro del territorio de Rusia”. El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Seguridad, Josep Borrell, afirmó que la contraofensiva ucraniana en Kursk está obligando a las fuerzas invasoras a replegarse.
De esta manera, se reitera el respaldo del bloque europeo para que Kiev recupere su soberanía e integridad territorial. La Unión Europea refuerza la idea sobre el derecho de Ucrania a defenderse de una invasión ilegal golpeando al enemigo en su territorio, así como también, en territorio enemigo. No obstante, si bien la UE está en constante contacto con la capital ucraniana, evitó debatir o comentar sobre los acontecimientos operativos en la línea del frente en Kursk.
Frente a este nuevo escenario, se podría plantear que el éxito de una contraofensiva ucraniana en territorio ruso, como la antes descrita, podría marcar un punto de inflexión en la guerra. Esto no solo afectaría la dinámica militar y territorial, sino que también podría redefinir las relaciones geopolíticas en Europa. Es probable que tal ofensiva intensifique los esfuerzos diplomáticos para negociar una "paz justa", especialmente si Rusia se ve en la necesidad de replantear su estrategia y objetivos en Ucrania. Sin embargo, también podría llevar a una escalada del conflicto si Rusia percibe estos ataques como una amenaza existencial, lo que podría desencadenar una respuesta militar más agresiva y un endurecimiento de las posturas internacionales como la de la OTAN.
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