Por: Maite Toledo
El Ministerio de Defensa de China anunció que el pasado 14 de octubre, ejecutó su segunda maniobra militar a gran escala del año sobre la península taiwanesa. Los simulacros, denominados “Espalda Conjunta 2024B”, tuvieron lugar pocos días después de que Lai Ching-Te, presidente de Taiwán, reafirmara la posición independentista al declarar que “China no tiene ningún derecho a representar a Taiwán”. El ministro de Defensa taiwanés reportó la presencia de 125 aviones militares y 17 buques de guerra. La agencia estatal china de noticias, Xinhua, confirmó que dicha fuerza ha reforzado sus buques para garantizar el cumplimiento de la ley alrededor de las aguas taiwanesas. Estas acciones representan una escalada de tensiones dentro de un escenario geopolítico crucial en el contexto de la puja hegemónica entre China y Estados Unidos.
Hasta la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, Taiwán formaba parte del Imperio del Sol Naciente. En 1945, pasó a manos de la China de Chiang Kai-Chek, pero tras el estallido de la Revolución China en 1949, la península ganó su relevancia estratégica y simbólica. Instalado ya el régimen de Mao Tse Tung, se exiliaron allí los funcionarios del Kuomintang y sus seguidores. Una vez asentados, Chiang Kai-Shek logró perpetuarse en el poder hasta su muerte en los 80. No sería hasta 1996 que la nación isleña comenzaría su transición hacia la democracia.
El Kuomintang se proclamó desde el exilio como el único gobernante legítimo de la República China, la cual planeaba ocupar nuevamente. En la escena internacional del siglo XX, el Kuomintang representó a la nación china ante las Naciones Unidas y logró ser reconocido como cabeza del Poder Ejecutivo por una vasta cantidad de naciones occidentales, incluyendo los Estados Unidos de América. Sin embargo, en 1971, la ONU reconoció diplomáticamente a la República Popular China.
Pocos años después, gracias a la “estrategia de contención” ejecutada por Kissinger, EEUU estableció relaciones comerciales con la República Popular China, aunque la potencia norteamericana mantiene el compromiso legal de proveer armamento a Taiwán. En términos geopolíticos, el apoyo norteamericano brinda el balance de fuerzas necesario para que China no proceda inmediatamente a una reunificación.
En 1991, el gobierno taiwanés finalizó la guerra contra el gigante asiático. A pesar de los intentos de Beijing por la reunificación de ambos territorios, las relaciones se tensaron luego de la victoria del Partido Demócrata Progresista Taiwanés en el 2000. China respondió con la ley anti-secesión (2004), en la que se otorga el derecho de utilizar “medios no pacíficos” si se llegara a declarar la independencia de Taiwán. El ferviente reclamo independentista nunca cesó: la ex-presidenta Tsai Ing-Weng proclamó que la isla ya era independiente, hecho agravante que definió el rumbo del conflicto.
La respuesta china buscó intimidar sin llegar a los extremos. En agosto de 2022, llevaron a cabo los primeros simulacros militares con fuego real a gran escala, días después de que la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana, Nancy Pelosi, visitara Taiwán junto con líderes del Partido Demócrata.
Las últimas elecciones taiwanesas mantuvieron en el gobierno al Partido Demócrata Progresista. Es en este contexto que China vuelve a realizar ejercicios militares, con la clara intención de aplicar más presión, ya que sus intereses han cambiado: el honor chino busca achicar la distancia que lo separa de la península rebelde.
La puja hegemónica entre EEUU y China se desparrama por cada frente de batalla, donde cada disputa puede rápidamente convertirse en una crisis. Los esfuerzos de cada nación buscan el control de la península, desde los simulacros militares hasta la visita de Nancy Pelosi, el mensaje es claro: la lucha es por la dependencia de Taiwán, madre de todas las batallas en Asia. La muerte de Taiwán representaría el fracaso de los EEUU, mientras que para el gigante asiático la reunificación es meramente simbólica.
Es indudable que desde el siglo XIX Taiwán ha sido una pieza más en el tablero de las pujas geopolíticas. La “voluntad de los pueblos” esgrimida por la diplomacia americana es tan solo un edulcorante para los oídos taiwanes. Las reglas del sistema internacional se entrelazan con las cuerdas del ring, en las penumbras de los buques aguarda el próximo imperialismo.
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