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POPULISMO Y TRUMP COMO EXPRESIÓN DE UNA SOCIEDAD DESIGUAL

Juan Tomas Jara Masson

Una Religión Política que pone en jaque a la democracia estadounidense y al mismo tiempo manifiesta una demanda social.


Por: Juan Tomás Jara Masson


El hecho de que Trump haya sido electo en 2016 pone de manifiesto una crisis social y una demanda de la sociedad estadounidense que lleva tiempo sin ser atendida. La creciente desigualdad y falta de oportunidades para los excluidos del sistema crea una nostalgia y sentimiento nacionalista del “America First”, como un sueño de volver a tiempos pasados que prometen haber sido mejores.


De hecho, el cambio de paradigma político en Estados Unidos demuestra que las clases bajas y los reconocidos como “blue collar workers” han cambiado su afinidad partidaria en favor de Trump y el Partido Republicano. Mientras que por otro lado en los suburbios de clase media encontramos un cambio favorable a los demócratas.


Las promesas de un pasado prometedor, de volver a una industria que ya no es competitiva o a contextos internacionales que ya no expresan la realidad se manifiestan como un rezo laico o un dogma cuando se utiliza la retórica como herramienta política para inventar relatos basados en noticias falsas, la cuestión de la fe en una mentira contrasta con la incapacidad de hacer distinciones morales o cuestiones que hacen a la realidad. El hombre masa induce a la incapacidad de poder hacer distinciones respecto a lo que dicta la conciencia humana, esto nos induce al peligro del origen del totalitarismo del que nos habla Hannah Arendt o la banalidad del mal donde una persona es incapaz de poder hacer discernimientos sobre el bien o el mal en relación a los actos humanos.


¿Podemos acaso vanagloriar a una persona que fue condenada? ¿Puede ser acaso aceptable que, en el nombre de la religión creando su propia Biblia, un candidato pueda hacer campaña en pos de una religión en concreto? Más preocupante sería repensar sobre las posibilidades que un candidato a la presidencia aún tiene de volver a ser electo a pesar del asalto al capitolio, el no reconocimiento del resultado electoral, el intento de frenar el escrutinio electoral o la amenaza a un fiscal del Estado de Georgia para revertir el resultado de una elección que resultaba ser clave para ese entonces.


Lo evidente se pone de manifiesto, si bien la democracia intenta resolver demandas o conflictos entre distintos sectores de la sociedad, debería preocupar los problemas que el populismo puede acarrear si hacemos mención a la actitud del ex presidente Trump, que no sólo lo involucran a él como hoy candidato a la presidencia de los Estados Unidos, sino que interpelan a su Partido Político donde si comparamos con el pasado, cada vez son menos las voces críticas que son a la vez competitivas.


Algunos motivos por los cuales el sistema democrático suele entrar en un proceso de declive o de relativa desconfianza no sólo se fundamenta en la desigualdad sino también en el reflejo de instituciones incapaces de satisfacer las demandas de la sociedad, partidos tradicionales o políticos que en este caso representan un establishment que gran parte de la sociedad rechaza, y que va aparejado de una relativa pérdida de confianza en el sistema democrático.


Bobbio en su libro, Derecha e Izquierda, alude a una forma de hacer política desde la moderación, una confrontación de ideas apostando al centro. Bien él se definía como alguien de izquierda liberal, dicha visión entraría en conflicto con el comportamiento del Partido Republicano desde la presidencia de Trump, que se ha comportado como una secta partidaria cuya forma de construir poder en política se consolidaría desde el conflicto, las noticias falsas y teorías conspiranoicas. Tales han sido desde instalar un falso enemigo, que bien pueden ser los inmigrantes, las minorías, los periodistas; Hollywood reflejado en ideas o afirmaciones de simpatizantes trumpistas que ponen en duda el origen del ex presidente Obama afirmando que no es estadounidense, creyendo que los inmigrantes son criminales que incluso son capaces de comerse a las mascotas o bien la visión de un comunismo que amenaza el capitalismo estadounidense si gobernaran los demócratas.


Detrás del electorado republicano se alineaban ciertos temas que resonarían y se replicarían entre el electorado afín a Trump como la idea de unos “Estados Hundidos”, “México se reía de los Estados Unidos y le mandaba criminales que económicamente los estaba aniquilando” y en medio de esta coyuntura apela a la idea de que es un perseguido político por el partido Demócrata y el Poder Judicial.


¿Qué explicaría esta confianza de gran parte del pueblo estadounidense en Trump? El Make America Great Again le dio esperanza a muchísimas personas que sufrieron en gran medida las consecuencias de la globalización, la cual agudizará semejante crisis con el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá.


Obreros que se empobrecieron, cuyo salario se vio afectado por la crisis o tuvieron que pasar de trabajar en fábricas a únicamente tener salida laboral cocinando hamburguesas en McDonald 's. Esta crisis del tejido social sería una explicación de cómo se dio el cambio en la clase trabajadora que antes era la base social que se identificaba con el progresismo, pero a la cual él mismo dejó de representar y cuyo padrino político fue Donald Trump sobre todo si miramos al Rust Belt, prestando especial atención al cambio electoral en Michigan, Ohio, Wisconsin y Pennsylvania.

¿Puede afirmarse por consiguiente que Trump es una amenaza a la democracia? Trump es el síntoma de una democracia que tarde o temprano iba a entrar en crisis, ya sea por la desigualdad o las sucesivas crisis que afectaban la calidad de vida de muchísimos ciudadanos y un sistema político que no parecía ser muy prometedor respecto a cambios políticos. Evidentemente más allá de las teorías conspiranoicas que muchos republicanos promueven y muchos de sus votantes creen y sostienen reducirlo a sólo ello sería un error.


Hay una crisis de legitimidad de un sistema cuando en el mismo lo político no representa a la mayoría sustancial, ciertas artimañas políticas como el gerrymandering manipulan los distritos en favor de los grandes partidos políticos (dependiendo el Estado pueden ser los demócratas o Republicanos) o bien cuando grandes grupos económicos conocidos como los Super PAC financian campañas de distintos candidatos.


Entonces resulta razonable el surgimiento de un outsider en una coyuntura como la descrita con anterioridad, de hecho, sería positivo para la misma democracia que personas excluidas del sistema y cuya representación aún no se ponía de manifiesto encuentren en un político alguien que pueda canalizar su mensaje de disconformidad para con el mismo sistema.


Ello no exceptúa que alguien como Trump, cuya figura representa un personalismo exacerbado, el descrédito en la división de poderes y cuya imagen aún desconoce el respeto y reconocimiento de los resultados electorales, no implique una amenaza. Más bien creo agrava la situación que pone en relieve una falta total de legitimidad y credibilidad en las instituciones y los políticos tradicionales para resolver los problemas de gran parte de la ciudadanía.


En pocas palabras, la democracia está en crisis en muchos países. Estados Unidos no viene a ser una excepción, más bien Trump parece ser la consecuencia y al mismo tiempo una causa que agrava dicho problema. Al mismo tiempo, que parece representar la voz de muchísimas personas que, legítimamente, manifiestan una disconformidad, cabe recordar que al mismo tiempo pone en jaque a las instituciones republicanas del país que por excelencia suele representar a la democracia liberal.



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