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LOS HASBURGO: CRÓNICA DE UNA CAÍDA ANUNCIADA

Foto del escritor: Consuelo PachecoConsuelo Pacheco

La historia nos muestra que ningún imperio, sin importar su poder, esplendor y grandeza, dura toda la vida. La caída de un imperio es un fenómeno complejo que responde a diversas causas: algunos se hunden lentamente desde adentro, en otros cambia la forma de gobierno o incluso se asesina a una dinastía entera, como fue el caso de los Romanov en Rusia. El imperio francés, por ejemplo, se desintegró al querer retener los últimos territorios en Asia y África, aferrándose a un modelo que ya no funcionaba. Otro motivo frecuente y que explica en parte la caída de las empresas políticas, se relaciona con el atraso que tenían a nivel tecnológico y social, como sucedió con el Imperio Otomano y el Imperio Chino. Con el Imperio austro-húngaro sucedió algo parecido, aunque la causa principal de su caída fue, principalmente, el albergar tantas etnias, lo que favoreció a su rápida desintegración durante la Primera Guerra Mundial. 


El Imperio austro-húngaro se tambaleaba sobre sus cimientos desde la muerte de Francisco José, el último gran emperador de Austria. Si bien la dinastía Habsburgo advertía la caída de su imperio desde las guerras balcánicas, durante años supo probar el sabor de ser una hegemonía y ejercer influencia, tanto política como cultural; lo que llevó a la abdicación de Carlos I de Austria y IV de Hungría.


Durante su reinado, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG) convirtió sus dominios en los más importantes de Europa, logrando que España pareciera una potencia invencible a los ojos de otros países. Esta hegemonía llevó a varios enfrentamientos con Francia, que se sentía acorralada por los Habsburgo tanto en España como en el SIRG. Carlos también logró imponerse contra los turcos otomanos cuando intentaron asediar Viena. Además, su gobierno fue testigo del quiebre en la Iglesia Católica que dio lugar al luteranismo. Sin embargo, este siglo de gloria no duraría para siempre.


Luego de la Guerra de los Treinta Años, donde potencias como Suecia, Dinamarca, España y Francia intervinieron, el Sacro Imperio comenzó a desgastarse por la cantidad de recursos y vidas perdidas. El imperio había quedado diezmado y no se recuperaría hasta la llegada de María Teresa, la primera y única emperatriz del Sacro Imperio. 


María Teresa asumió luego de la Pragmática Sanción que en 1740 desató la guerra de sucesión austríaca, donde conocería a su némesis, Federico II de Prusia, futura Alemania. Ella fue una déspota ilustrada bien ubicada en su época. Se trataba de un gobierno paternalista, con su famoso eslogan “todo para el pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo”. Se dedicó a promover reformas sociales y administrativas, impulsó la modernización de las ciudades, patrocinó el arte y la ciencia, haciendo de Viena un faro cultural de la Europa central, fomentó la educación de sus súbditos y la tolerancia religiosa.

 

Durante largo tiempo, el Sacro Imperio y Austria fueron protagonistas de muchas guerras y formaron parte del sistema internacional más importante que se dio en la primera mitad del siglo XIX: el Congreso de Viena de 1815, luego de Napoleón. Participó en la Guerra de los Siete Años, las 7 coaliciones contra la Francia revolucionaria y Napoleón, y en Viena, donde se produjeron los congresos más importantes como ya se ha mencionado. En 1848, mientras se daban las revoluciones de ese año, asumía Francisco José de Habsburgo, con apenas 18 años de edad, luego de que a su padre se lo encontrara incapaz de gobernar.


Durante su gobierno, a costa de Austria se unificaron Alemania e Italia, que pelearon contra Austria y le quitaron territorios. No obstante, el emperador mantuvo a Austria como protagonista en el escenario internacional e hizo muchas concesiones a nivel interno para poder balancear las muchas etnias que gobernaba, haciendo la monarquía dual al pasar a compartir la corona con Hungría. A partir de 1890, Austria empieza a desgastarse. La vejez de Francisco José, los problemas de sucesión por el suicidio de su hijo Rodolfo, el asesinato de su hermano en México y la muerte de dos hermanos más, llevó a que su sobrino, Francisco Fernando, sea tomado como futuro heredero del Imperio.


Durante la carrera armamentística, Austria mostraba signos de desintegrarse: tenía problemas con Serbia y Rusia y su estado interno no era el mejor. Tarde o temprano, el imperio fundado por los Habsburgo iba a caer luego de siete siglos en el poder. En julio de 1914, a manos de un grupo armado serbio, es asesinado en Sarajevo, Francisco Fernando, el heredero a la corona, y Austria les declara la guerra. Este hecho fue lo que llevó a que la Primera Guerra Mundial estallase. Pero este territorio, que supo ser hegemón, no pudo resistir al desgaste rápido al que lo llevó este enfrentamiento armado. En 1916, fallece Francisco José y asume en su lugar Carlos I, un hombre que llegó al trono a mediados de la Primera Guerra Mundial y prefirió la paz para el país antes que conservar la corona a costa de sangre en las calles.


En el otoño del año 1918, con el imperio ya en un avanzado proceso de descomposición interna, se produjo la extraña imagen de ver, aún en el frente italiano, a un ejército luchando por un país que ya no existía. Con Austria elevada, Hungría invocando a sus tropas, Chequia reconocida como una nación independiente y otros eslavos camino a la libertad, el Imperio Habsburgo cayó luego de 650 años.


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