La familia Romanov, entre los que se encontraban el último zar Nicolás II, su esposa y sus 5 hijos, fueron brutalmente asesinados en el año 1918, aislados en Ekaterimburgo sin que nadie se diera cuenta de su forzosa desaparición. Durante muchos años, salieron muchas farsantes queriendo hacerse pasar por la Gran Duquesa Anastasia, la hija menor del zar, quien supuestamente había sobrevivido a esa carnicería de la cual nadie podría haber salido con vida. Lo que más sorprendió a los arrepentidos, fue lo difícil que fue asesinar a las jóvenes hijas, ya que tenían cocidas joyas en su ropa interior, con la esperanza de que los hijos sobrevivieran al horror, y un sirviente intentaba protegerlas. En la casa Ipátiev, más conocida como la “Casa del Propósito Especial”, encontraron numerosas manchas de sangre y casquillos de bala en su sótano.
Los archivos del Kremlin, el Estado ruso, guardaron un silencio demacrado, sobre lo que ocurrió y dónde estaban sus restos hasta que, en 1991, Mijaíl Gorbachov permitió la investigación de una fosa cerca de los Urales que podría haber actuado como tumba de la familia real. Reconstruyeron 9 esqueletos, pero faltaban una de las hijas, que se cree que era la Gran Duquesa María y el pequeño heredero, el zarévich Alexei. Los investigadores soviéticos desconocían el uso de las técnicas de ADN, por lo que se valieron de otras técnicas de superposición fotográfica, para identificar positivamente a la familia real. Uno de los que aportó su ADN para reconocer a la difunta familia, fue el Duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II, dando como resultado el encuentro de la última familia imperial rusa.
La Iglesia ortodoxa rusa logró canonizar a la familia real en el año 2000, pero nunca ha reconocido sus restos, creyendo que eran falsos. De esta manera, obligó al gobierno de Vladímir Putin a proseguir las investigaciones. En el año 2015, se exhumó a Alejandro II para realizar nuevos análisis, coincidiendo con los resultados recogidos hasta entonces. A pesar de las continuas quejas del poder religioso, el Kremlin volvió a cerrar el caso en 2020.
Pero, ¿qué piensan los rusos en la actualidad sobre este brutal asesinato? Más de cien años después de lo ocurrido, la mayoría de los rusos considera que el asesinato de los zares por parte de los comunistas, fue un "crimen monstruoso", según los resultados de una encuesta divulgados y realizada por el Centro Ruso de Estudios de la Opinión Publica. El 57 % de los encuestados opina que el asesinato del último zar de Rusia, Nicolás II, y su familia, perpetrado por los bolcheviques el 17 de julio de 1918 en la ciudad de Yekaterimburgo, fue un "crimen monstruoso y sin justificación alguna".
Mientras que la mayoría de la población rusa sostiene que fue un crimen sin justificación, según el 27 % de los participantes en el sondeo, Nicolás II merecía ser castigado, pero no de esa manera. Además, el 3 % consideró que el fusilamiento del zar y su familia fue "un justo castigo por los errores del emperador". De acuerdo con la encuesta, la figura de Nicolás II suscita las simpatías del 43 % de los rusos, mientras que el 22% la evaluó de manera negativa. Pero Nicolás II, a pesar de considerarse no apto para gobernar, ¿podría haber evitado todo lo que sucedió durante su gobierno?
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