Por primera vez desde 1962, el Tatmadaw (nombre con el que se conoce a las FF.AA. de Myanmar) se enfrenta a posibilidades reales de ser derrotado. Se cumplen tres años del golpe de Estado que derrocó a la Consejera de Estado, Aung Sang Suu Kyi, e instaló una junta militar (el Consejo Administrativo de Estado) liderada por el general Min Aung Hlaing en su reemplazo. Una semana más tarde de este hecho se dio el inicio de la guerra civil en Myanmar. Para entender la naturaleza y la relevancia de estos eventos es importante remontarnos al pasado.
Myanmar, también conocido como Birmania, es un país con una historia compleja. Consiguió su independencia del Reino Unido en 1948 y, desde su concepción, la diversidad étnica hizo que estuviera plagado de conflictos internos, en los cuales el gobierno central lucha contra diversas milicias correspondientes a las minorías que desean la independencia o la autonomía. Lucha, en presente, porque Myanmar tiene la carga de ser el país con el conflicto interno más antiguo del mundo. Este conflicto dio un papel central en la política a las FF.AA. como el elemento encargado de llevar a cabo la guerra, y en 1962 tomaron el poder dada la incapacidad que percibieron por parte del gobierno democrático para controlar la insurgencia; gobernarían por 54 años.
Con la llegada del siglo XXI, el Tatmadaw inició reformas con tal de poder normalizar al país. Se movió la capital, se firmaron armisticios con las milicias y se escribió una constitución. En 2015 se celebraron comicios, dando como resultado la victoria de la Liga Nacional por la Democracia de Aung Sang Suu Kyi, una activista por la democracia decidida a profundizar las reformas.
Sin embargo, el Tatmadaw retuvo el control de áreas claves de la administración y su influencia le permitió tomar decisiones e implementar políticas independientemente de lo que el gobierno legal decidiera. El ejemplo más resonante de esto es el genocidio contra el pueblo Rohinyá, en el oeste del país. A pesar de todo, las reformas continuaron, y las elecciones del 2020 resultaron en otra victoria para la Liga. Esto fue una gran decepción para los círculos militares, preocupados por su disminuida influencia y poder tambaleante, que esperaban poder recuperarlo democráticamente. El resultado de estas elecciones los llevó a deponer el gobierno tres meses después con el argumento de que las elecciones habían sido fraudulentas.
Ni bien se hizo público el golpe del 1 de febrero de 2021, protestas masivas surgieron en el país, las cuales fueron duramente reprimidas. Los armisticios con las milicias étnicas se disolvieron, y el 16 de abril un grupo de parlamentarios exiliados formó el Gobierno de Unidad Nacional. Este gobierno paralelo fundó el 5 de mayo la Fuerza de Defensa del Pueblo, reactivando el antiguo conflicto interno, solo que esta vez la oposición armada a la junta no es solo de minorías étnicas sino también de la población con ideario democrático.
Al momento del inicio de las hostilidades, el Tatmadaw poseía una clara ventaja. Sus fuerzas numeraban alrededor de 350.000 hombres bien armados contra aproximadamente 75.000 rebeldes atomizados y que peleaban por distintos objetivos. Sin embargo, muchas milicias vienen luchando desde hace años y han desarrollado tácticas de guerrilla muy efectivas. El ejército gubernamental de conscriptos ha recurrido a la violencia extrema como forma de contrarrestar la operación de las milicias, muchas veces realizando masacres contra población civil. Esto refuerza la oposición de la población a la junta y aumenta las adhesiones a los grupos guerrilleros.
Los primeros años del conflicto fueron marcados por la ya tradicional supremacía del Tatmadaw, pero eso empezó a cambiar en octubre del 2023, cuando una alianza de grupos guerrilleros lanzó la ofensiva 1027. La misma les permitió tomar varios puestos fronterizos con China y ocupar grandes áreas rurales, forzando al ejército a retirarse de las ciudades. El mismo, muchos medios remarcan, parece haber perdido la iniciativa, y desde entonces, día tras día, se repliega a posiciones cada vez más endebles frente a múltiples ofensivas de las milicias; que parecen haber consensuado tácitamente aliarse para acabar de una vez por todas con el Tatmadaw.
Sin embargo, no conviene adelantarse. El ejército controla la capital y las dos ciudades más importantes: Mandalay y Yangón. Posee superioridad en hombres y en equipamiento, además de una marina y una fuerza aérea. Otro punto a tener en cuenta es que, en caso de una victoria rebelde, nadie sabe cuál sería el resultado; ¿Myanmar renacería como un Estado federal y democrático o colapsaría frente a las tensiones inter-étnicas?
Aún así, es innegable que el escenario del conflicto ha cambiado, y el balance de poder no está dónde lo estaba antes. Entonces, ¿por qué es relevante prestar atención a los mencionados eventos? Tal vez porque hoy, por primera vez en su historia, 57 millones de personas pueden imaginarse vivir en un Myanmar descentralizado y fuera de tutela militar.
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