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TURISMO EN CRISIS: ¿UN MODELO AGOTADO?

El turismo constituye una actividad económica importante en la Unión Europea: representa un 10 % de su PIB y tiene un amplio impacto en el crecimiento económico, el empleo y el desarrollo social. Podría decirse que, a simple vista, la industria turística es una poderosa herramienta que contribuye al bienestar de la región. Sin embargo, ¿es acertado hablar de un "boom" económico que beneficia a todos? Un gran número de habitantes españoles ciertamente estaría en desacuerdo con dicha afirmación.


Desde 2017, España es el segundo país del mundo que más turistas recibe, detrás de Francia. El año pasado, el número de turistas superó los 85 millones. Además, obtuvo un récord de gasto turístico, con 108.662 millones de euros. Pero no todos celebran estas cifras históricas. En las últimas semanas, miles de manifestantes han inundado las calles de Barcelona, Málaga y Mallorca, para protestar en contra del turismo de masas, denunciando el impacto en el costo y la calidad de vida de la población local.


En efecto, el turismo tiene beneficios para las economías locales, aunque también conlleva grandes desventajas: el incremento de los precios, el impacto ambiental, el deterioro del patrimonio cultural, la presión sobre los recursos y servicios públicos y las tensiones sociales entre residentes y turistas. Si analizamos todos estos inconvenientes, no resulta sorprendente que un fenómeno al principio "inofensivo", como se nos presenta el turismo, pueda adquirir semejante relevancia política. Menos sorprendente aún es que estas protestas se hayan emulado y extendido a otros países con destacados centros turísticos.


Ahora bien, este nuevo escenario nos invita a debatir acerca de cómo transformar el modelo turístico. Se han planteado diferentes soluciones y enfoques, entre ellos, la idea de un turismo «sostenible» que respete el medio ambiente, la cultura y economía local. No obstante, algunas iniciativas "anti-turismo" también han generado controversia. Las restricciones más comunes incluyen el establecimiento de los llamados "impuestos al turismo", una mayor regulación de los alojamientos turísticos y el fin del gasto público en promoción turística.


Muchas ciudades españolas tomaron medidas más ambiciosas, como San Sebastián, que limitó el cupo de los grupos turísticos y prohibió el uso de altavoces durante las visitas guiadas. Por otra parte, Barcelona quitó de Google Maps una línea de colectivo para que los residentes puedan recuperar su uso, mientras Sevilla se plantea cobrar el acceso a la famosa Plaza de España para los visitantes extranjeros. El descontento en España rápidamente hizo eco en otras partes de Europa. Por ejemplo, en las ciudades de Venecia y Ámsterdam se prohibió la construcción de nuevos hoteles como forma de "combatir" el turismo masivo.


Por supuesto, estas decisiones no siempre son fáciles. La dependencia económica de España frente a la industria turística plantea un dilema para las autoridades. Como el sector representa un 12,8% del PIB y un 12,6% del empleo, las decisiones políticas tienen un impacto directo en el bienestar de millones de personas y familias. Es necesario evaluar las consecuencias a largo plazo: ¿podría una disminución del turismo afectar la prosperidad de las regiones que históricamente dependen de esta actividad? ¿Cómo garantizar un desarrollo turístico sostenible que beneficie tanto a la economía como a la calidad de vida?


En síntesis, el auge del anti-turismo marca un punto de inflexión en la concepción tradicional, que veía al turismo como motor de desarrollo económico. Su crecimiento desmedido en diferentes ciudades europeas ha generado tensiones sociales y ambientales, y muchos exigen una reconfiguración del modelo. La búsqueda de un equilibrio entre los intereses turísticos y las necesidades de los residentes se ha convertido en un desafío político de primer orden, que requiere de soluciones innovadoras. Las políticas públicas deben garantizar un desarrollo sostenible, que a largo plazo beneficie a todos los actores involucrados, sin descuidar la importancia que tiene el sector en la economía. Como otras tantas cuestiones, el turismo se encuentra ahora en el centro de la agenda pública.


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